Todos educamos mal... pero unos peor que otros

Según el autor, "la diferencia más honda entre quienes simplemente educamos mal y los que lo hacen aún peor estriba en que los primeros batallamos conjuntamente por crecer como personas, mientras que los segundos aspiran a forjar las personas de sus hijos sin esforzarse por reformar la propia".

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 Eiunsa
224
978-84-8469-225-6
Valoración CDL
3
Valoración Socios
4
Average: 4 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

Género: 

Comentarios

Imagen de wonderland

El autor traza un “Resumen muy resumido: Todos educamos mal… pero unos peor que otros. Y, a pesar de todo, nuestros hijos suelen acabar siendo una maravilla.” Escrito en un tono desenfadado e incluso divertido, el libro aúna ideas muy de fondo, con observaciones de aplicación a la vida cotidiana. La tesis que sostiene el libro es que la educación es una tarea difícil, que no hay nadie que la realice perfectamente, pero ciertamente unos la realizan peor que otros y la diferencia estriba en cuán arraigados estén en los mismos padres el sistema de valores que quieren inculcar en sus hijos. Así lo explica el mismo autor: "El problema es que mientras los padres mismos no poseamos un sistema de valores firme, no podemos tomar ninguna postura clara frente a nuestros hijos. Nos tambaleamos de un lado a otro igual que nuestra agrietada imagen del mundo. Solo quien está verdaderamente convencido de algo puede presentarse con rectitud ante su vástago y seguir su línea de forma consecuente. Y además lo deja de manifiesto con su actitud en el día a día y su firmeza en situaciones críticas. Quien quiere ser consecuente, por lo tanto, necesita valores, ya que cuando se toma una decisión por convicción es inamovible. Los pequeños se dan cuenta de ello rápidamente". En consecuencia, concluye que "el crecimiento de cada hijo guarda una relación muy estrecha con el empeño real y constante de sus padres por ser mejores personas y, como consecuencia, también mejores padres. Si ellos no luchan eficazmente por corregirse día a día y en aceptar en ese combate la leal ayuda del cónyuge, es prácticamente imposible que logren una mejora en los hijos". Como en todo orden de cosas, muchas veces es el esfuerzo que supone educar lo que dificulta la tarea, pues "a muchos nos gustaría hacer bien de padres… sin esforzarnos seriamente por ser buenos padres".