La España del Cid

Historia del caballero de Castilla Rodrigo Díaz de Vivar, denominado Mío Cid –en árabe Señor- y también Campeador –Sobresaliente-. Su autor, el medievalista Menéndez Pidal, investiga en el personaje histórico más allá de la leyenda. El libro se inicia con un estudio historiográfico sobre el Cid desde la épica medieval hasta la investigación contemporánea. La mayor parte del volumen está dedicada a los hechos del protagonista y de sus coetáneos, especialmente del rey Alfonso VI de León y Castilla que desterró a Rodrigo de sus dominios. El libro concluye con una interpretación del carácter español basada en las figuras del Campeador y de Alfonso VI.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1943 Espasa Calpe Argentina, S.A.
505
9788423947584
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Si resulta interesante el relato de la vida y hechos de Rodrigo Díaz de Vivar, no es menos instructivo ver a los reinos hispanos medievales interactuando entre sí y con los reinos moros de taifas. El reparto del reino que hizo el rey Sancho el Mayor de Navarra entre sus hijos iba a condicionar la historia posterior de España hasta nuestros días. También el rey Fernando I repartió el reino astur-leonés entre sus descendientes, pero su hijo Alfonso, heredero de León, volvió a unirlo. La muerte a traición de su hermano, Sancho de Castilla, mientras sitiaba Zamora, iba a ser la causa del destierro del Cid, alférez del rey asesinado. Antes de aceptar a Alfonso como rey y reconocerse su vasallo Rodrigo le hace jurar que no ha tenido parte en la muerte de su hermano. En el destierro Menéndez Pidal nos presenta a un Cid no sólo guerrero sino también modelo de gobernantes: Moderado, dicta leyes para los moros de Valencia respetando su religión, sus costumbres y no les impone más impuestos que los autorizados por el Corán. Respaldado por su fuerza militar el Cid sabe ser diplomático y guarda buenas relaciones con aquellos a los que previamente ha derrotado; respeta los pactos y es leal al rey de León y Castilla aunque nunca obtendrá su perdón. Alfonso VI, por el contrario, se rodea de cortesanos inútiles, estrategas mil veces derrotados, y maltrata a los reyes moros tributarios, hasta que estos terminan por llamar en su ayuda a los almorávides africanos. Yuçuf derrota a Alfonso en Sagrajas y la reconquista se detiene. Menéndez Pidal pertenece a la llamada Generación del 98, que vivió la pérdida de las últimas colonias españolas, y analiza el carácter español a base de comparar a Rodrigo Díaz de Vivar y a Alfonso VI. Si el análisis era correcto en 1929 sigue siéndolo hoy. Vale la pena reproducir algunos de sus textos aunque el lector tenga que actualizar la terminología utilizada. “Nuestro pueblo -afirma- peca de excesiva sumisión a la minoría dirigente cuando ésta se halla impregnada de vulgaridad, pero no es raro que muestre la virtud de una disciplinada adhesión a los valientes y emprendedores”. “El egoísmo vanidoso del dirigente –continúa- y la repulsión mutua que sienten los preclaros hace flaquear la actuación española más que la torpeza del vulgo; y antes de acusar a la masa por rebelde hemos de acusar a sus dirigentes por la deserción de la causa común y por el fratricidio que cometen unos con otros”. Parece escrito para hoy. Hombre próximo a la Institución Libre de Enseñanza, Menéndez Pidal pide para España un nuevo ideal: la reconquista de nuestra personalidad, la perfección esmerada en las obras y una reforma, de características tradicionales, con objetivos modernos. Una hermosa aspiración en 1929 que sigue siendo válida ochenta años más tarde.