Carta a los dirigentes de la Unión Soviética

En 1970 Alexandr Sozjenitsyn había recibido el Premio Nobel de Literatura. Antiguo preso político de los tiempos de Stalin, Alexandr se había propuesto dar testimonio sobre los campos de concentración de la Unión Soviética, el Archipiélago Gulag. En la URSS sólo había publicado "Un día en la vida de Ivan Denisovich" y el resto de su obra estaba en manos del KGB. En este contexto el autor hace pública su Carta a los dirigentes de la Unión Soviética sobre el futuro de Rusia. El volumen incluye otras cartas así como entrevistas concedidas a periodistas occidentales. Corresponden al periodo 1972-1975, inmediatamente antes de que el autor fuera expulsado de su país.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1974 Plaza & Janés
978-8401805189
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Después de leer el libro de Josep Pearce, "Solzhenitsyn, un alma en el exilio", hemos aprendido que el valor de las obras de este autor no es fundamentalmente literario, ni siquiera histórico, sino ético y moral. Desde este punto de vista tiene sentido leer algo tan antiguo como una Carta de Solzhenitsyn a los dirigentes de la extinta Unión Soviética. Todavía quedan muchos enemigos de la libertad dando vueltas por el patio de nuestra vida pública y las enfermedades que inficcionaron a la URSS son cada vez más corrientes entre nosotros. Uno de los principios que preconiza el autor es "Rechazar todo tipo de violencia, incluídas las injurias verbales". Esto de las injurias como medio de desacreditar al adversario político ¿le recuerda a alguien algo que ocurra en la actualidad en España o aceptamos que en la política española prevalece el "fair play"? "No se puede vivir en la mentira" -clama el mismo. ¿Estamos seguros de que en el debate público no se utilizan argumentos que ofrezcan la más mínima duda de veracidad o repetimos viejos eslogan con tal que nos beneficien políticamente? "Hemos sustituído la moral por la ideología" -afirma Solzjenitsyn. ¿Hay alguien que no esté de acuerdo con este hecho? Y cuanto más rechazamos la moral más odioso nos resulta el cristianismo cuando afirma ser maestro de la misma. Para mí lo más divertido de este libro ha sido leer que la Unión Soviética se consideraba a si misma como EL ESTADO MÁS PROGRESISTA DEL MUNDO. Luego un Estado sin libertades es un Estado progresista. De los tres ideales de la Revolución Francesa: Libertad, igualdad y fraternidad, el llamado progresismo solo conserva el segundo, la IGUALDAD, y este en un contexto de lucha de clases, dialéctica entre "ricos y pobres" que lo hace inoperante. Todos iguales en la miseria económica y moral. "Unos más iguales que otros" -denunciará Orwell. Deseo que el cristianismo se mantenga en la Fraternidad con la fuerza e insistencia con la que ellos hablan de Igualdad. "Os aferrais al poder" -acusa Solzjentisyn a los dirigentes de la URSS. Y eso es lo que vemos todos los días a nuestro alrededor, una lucha de perros por alcanzar el poder y humillar al adversario político, en un contexto al que irónicamente llaman democracia.