La anciana señora Webster

Cuatro mujeres, cuatro generaciones. La bisabuela Webster, guardiana de la «corrección» de la familia, recluida en una casa fría y silenciosa cerca del mar, que nunca ve. Su hija, la abuela Dunmartin, recluida también, aunque sin orgullo, en una colosal casa solariega en el norte de Irlanda, castigada por la lluvia y un demencial gobierno doméstico. Su hija, la tía Lavinia, una belleza londinense, vive en el polo opuesto, entre grandes fiestas, perros de lanas, inopinados amantes e intentos de suicidio. Y, por último, en la rama más joven de esta excéntrica genealogía, una joven huérfana de padre, aún en «la fase de escuchar torpemente», que visita y recuerda, y cuenta.
 

Ediciones

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2004 Alba Editorial
160
8484282147
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Vaya rollo patatero, todo muy pesimista, negativo... Yo no lo vuelvo a leer.

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Caroline Blackwood nació en 1931, en el seno de la aristocracia angloirlandesa. Su padre era Basil Blackwood, cuarto marqués de Dufferin y Ava; su madre, Maureen Guinness, era una de las cuatro herederas de las célebres cervezas. Sin embargo, Caroline siguió otro destino que el que la familia le tenía asignado: a los 22 años se casó con el pintor Lucien Freud, con el consiguiente escándalo por la 'boda judía'. Posteriormente se casaría con el compositor Israel Citkowitz y con el poeta Robert Lowell. No contenta con ser una 'musa peligrosa', mecenas de artistas, maestra de la anécdota y gran bebedora, ejerció el periodismo y en la década de 1970 se dedicó a la literatura. Uno de sus libros más conocidos es "La anciana señora Webster", que fue finalista del premio Booker. Nos relata la vida de cuatro mujeres de cuatro generaciones distintas: la bisabuela Webster, guardiana de la 'corrección' de la familia, recluida en una casa fría y silenciosa cerca del mar, que nunca ve; su hija, la abuela Dunmartin, recluida también, aunque sin orgullo, en una colosal casa solariega en el norte de Irlanda, castigada por la lluvia y un demencial gobierno doméstico; su hija, la tía Lavinia, una belleza londinense, que vive en el polo opuesto, entre grandes fiestas, perros de lanas, inopinados amantes e intentos de suicidio; y, por último, en la rama más joven de esta excéntrica genealogía, una joven huérfana de padre, aún en la fase de 'escuchar torpemente', que visita y recuerda y cuenta.