Diez años y veinte días

El almirante Karl Dönitz (1891-1980) fue uno de los diez militares más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Se formó en el espíritu apolítico de la Armada Imperial y de la Marina del Reich. Durante laPrimera Guerra Mundial fue ascendido a comandante de submarinos y, a partir de 1935, ideó un nuevo y eficaz tipo de Arma submarina que lideró hasta 1945. En 1943, en plena confrontación mundial, fue nombrado comandante supremo de la Marina de Guerra, puesto desde el que dirigió el conjunto de las operaciones navales del bando alemán.De forma inesperada, Hitler le designó su sucesor y Dönitz fue el presidente de Alemania los últimos veintitrés días del III Reich, durante los que tuvo que hacer frente a la firma de la capitulación, organizar la repatriación de los soldados alemanes desperdigados por toda Europa y negociar la suerte de la población civil. Y lo hizo tal y como había llevado toda su carrera militar: apelando a su alto sentido del deber. El tribunal militar internacional de Núremberg le condenó, en 1946, a diez años de prisión, que cumplió en Spandau. En 1956, tras su excarcelación, comenzó a redactar estas memorias basadas en sus diarios y recuerdos de guerra.El análisis que el gran almirante hace de la situación militar, centrado en la toma de decisiones, ha sido considerado «el trabajo más eminente y válido sobre la historia de la última guerra en el mar»: una fuente de información indispensable para la Segunda Guerra Mundial.

Reseña del Editor

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2005 La esfera de los libros
527
2014 La esfera de los libros
528
978-84-9060-167

Subtítulo: Memorias del hombre que suedió a Hitler como jefe del III Reich

 
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El gran almirante Karl Doenitz fue comandante del Arma submarina de la Marina de guerra alemana desde el año 1935 al 1 de mayo de 1945. Hitler, inesperadamente, en su testamento le nombró su sucesor como jefe del III Reich, a pesar de que este marino era un militar totalmente apolítico que nunca había tenido una vinculación estrecha con el partido nazi. Durante los veintitrés días que durá su presidencia, Doenitz tuvo que hacer frente a la firma de la capitulación alemana, organizar la repatriación de los soldados desperdigados por toda Europa y negociar la suerte de la población civil. Y lo hizo tal y como había llevado toda su carrera militar: apelando a su alto sentido del deber. Fue juzgado en Nüremberg y condenado a diez años de prisión en Spandau. Salió de la cárcel en el año 1956, momento en el que comenzó a dar conferencias por todo el mundo y a redactar las memorias de su periodo como almirante del Reich. Los recuerdos de Doenitz -uno de los diez militares más importantes de la segunda guerra mundial- se apoyan en su exhaustivo diario de guerra como principal fuente de documentación. Basándose en los hechos, explica paso a paso los distintos aspectos de la estrategia naval alemana, centrada en controlar totalmente las rutas comerciales del océano para aislar a sus enemigos, ya que la victoria en el mar precede siempre a la victoria sobre tierra firme. Alemania centró su esfuerzo naval en nuevos y eficaces submarinos que infligieron terribles pérdidas a los aliados hasta el año 1943. En dicha fecha, la suerte de las «jaurías» de U-Boot cambió. La mejora del radar y del sonar, el afianzamiento del sistema de convoyes y la aparición de nuevas armas antisubmarinas decantaron la Batalla del Atlántico a favor de las fuerzas aliadas. Más del 80 por ciento de los hombres de Doenitz perecieron en las frías aguas del océano.