Dar de lo que nos sobra



Hay pequeñas obras de caridad pero
imprescindibles, como es la amabilidad habitual en el trato, la cortesía, el
respeto. Y hay obras de caridad grandes. Hay generosidad cristiana que sale al
paso de las necesidades graves de las personas más necesitadas. En un país de influencia
cristiana no debería haber diferencias importantes entre los ricos y los pobres.
Si las hay es porque falta
la caridad. Y en nuestro país los
datos económicos hablan de una divergencia notoria y progresiva en los últimos
años.


 


Quizá sea esta una de las señales más
inequívocas de que se pierde entre nosotros el espíritu cristiano. "En esto
conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros" dice
Jesucristo. Pues por esto no nos conocen. El caso es que las iglesias los
domingos siguen llenándose. Además estamos seguros de que la mayoría de las
personas que van a misa dejan una limosna en la cesta de las ofrendas. ¿Pero se
podrá hablar de una limosna generosa?


 


En todo caso es necesario distinguir entre las
necesidades de la Iglesia, aún cuando algunas de las colectas se dediquen
específicamente a causas sociales, y la pobreza que existe entre muchas
personas que no tienen trabajo, o lo tienen muy mal retribuido, y sobre todo la
miseria que existe en muchos países del Tercer Mundo.


 


Hay muchos que no dan una limosna en la calle
prácticamente nunca, eso sí justificándose en la duda: "a ver qué hace este con
el dinero". Hay muchos que no dan dinero a una ONG. porque
dicen que no se fían. Mientras tanto siguen viviendo con un lujo vergonzoso. Y
la verdad es que con un mínimo de interés podríamos encontrar a personas de
toda confianza que pueden hacer llegar nuestro dinero a los más necesitados del
Planeta.


 


¿Qué pasaría si todos los españoles diéramos
para las necesidades de los pobres del mundo la mitad de lo que gastamos por
capricho? No digo ya que demos de lo que necesitamos para nuestra vida o la de
nuestra familia, que tampoco pasaría nada por hacer un pequeño sacrificio. Ni
siquiera propongo que demos todo el dinero que gastamos en caprichos. Sólo la
mitad.


 


La mitad de lo que dedicamos cada mes para ir al
cine. La mitad de lo que gastamos en comidas opíparas en restaurantes caros. La
mitad de lo que gastamos en fumar. La mitad de lo que gastamos en perfumes. La
mitad de lo que gastamos al año en viajes de placer. La mitad de lo que
gastamos cada temporada en ropa de última moda. La mitad de lo que gastamos
cada cuatro o cinco años en comprar un coche despampanante por aparentar. La
mitad de lo que gastamos simplemente porque estaba de paso, me ha apetecido y
lo he comprado.


 


Comprendo que todos tenemos derecho a hacer
ciertos gastos por capricho, después del gran esfuerzo que hemos puesto en
ganarnos nuestros dinero, con horas agotadoras de trabajo. Es lógico que haya
de vez en cuando un pequeño gasto de más, por tener un detalle, por concederme
un gusto. Pero ¿qué pasaría si todos los españoles diéramos la mitad de
nuestros gastos inútiles?


 


Ángel Cabrero Ugarte


 


Radio Intereconomía, 18 de abril de 2008, 20,25


 


Para leer
más:


 


Benedicto XVI, (2006) Deus
caritas est
, Madrid, Palabra


Pieper, J. (2003) Las
virtudes fundamentales
, Madrid, Rialp


Yunus, M. (2000) Hacia
un mundo sin pobreza
, Madrid, Andrés Bello


Kemal, Y. (1999) Calor
amarillo
, Oriente y Mediterraneo