Del Olivete al Calvario

 

Con este sugestivo título comienza el padre jesuita Antonio Orbe (Vergara 1917-Lotyola 2003) su famoso libro de meditaciones sobre la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que fue redactando a lo largo de su extensa y fecunda vida pastoral e investigadora y que ha sido reeditado recientemente por gentileza de la editorial  didaskalos y al cuidado del Padre Ladaria, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe.

Indudablemente, el género literario utilizado, así como la teología bíblica subyacente a esta extensa meditación pertenecen al capítulo de los grandes teólogos españoles del siglo XX y además dotados de una gran santidad de vida, de modo que pudieron llevar a cabo lo que denominaba el teólogo Ratzinger y después Santo Padre Benedicto XVI, como teología arrodillada. Es decir, esa teología que mueve al cristiano al conocimiento y al amor del verdadero Dios.

Precisamente, este texto reeditado por “didaskalos” resulta muy oportuno para revivir los misterios de la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y luego vivir con Él la gloriosa Resurrección en el año 2021, cuando la pandemia comienza a ser definitivamente derrotada por la vacunación, por la experiencia de la sanidad y, sobre todo, por la providencia divina pues Dios verdaderamente ha decidido que pase ya la hora de la prueba.

El sentido de la cruz y del sufrimiento en la vida del cristiano es clave, tanto ayer como hoy. Ya lo recordaba el libro de los hechos de los Apóstoles cuando afirmaba Pablo de Tarso a las primeras comunidades: “Per multas tribulationes oportet nos intrare un regnum Dei”. A través de muchas dificultades conviene que entremos en el reino de los cielos.

Participar del misterio de la cruz, unir nuestras cruces a la cruz de Cristo, es arrancar, como el libro del Padre Orbe del huerto de los olivos, donde Jesús plenamente consciente de lo que se le venía encima pues era el Cristo, el Hijo de Dios, exclamaba: “No se haga la voluntad sino la tuya”. Hasta que no asumimos la cruz no podemos entenderla.

San Josemaría afirmaba en su libro de Viacrucis que la “resignación es palabra poco generosa”. No basta, por tanto, si queremos amar a Cristo, a la Iglesia y ganarnos el cielo, con resignarse o aguantarse. Es preciso entender que el misterio de la cruz nos lleva a la identificación con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo: dar la vida por los demás.

En el Calvario, en la Teología crucis, en el “consummatum est”, es donde se produce el triunfo de Cristo en la Cruz: asociarnos al misterio de la Redención, hasta ser corredentores con Cristo: esta es la santidad a la que nos invita Cristo con el sufrimiento. Después de haber participado en el don de la creación y de la Redención podremos participar del don de la Resurrección..

José Carlos Martín de la Hoz

Antonio Orbe, Del Olivete al Calvario, Meditaciones de la pasión, ediciones didaskalos, Madrid 2018, 504 pp.