El origen del mal

 

Entre las invocaciones que nos enseñó Jesucristo a realizar en la venerable plegaria del Padre Nuestro, hay una que ha producido siempre cierto desconcierto en el pueblo cristiano y diversas interpretaciones: es aquella que reza del siguiente modo en la versión aprobada por la Congregación del Culto divino: “No nos dejes caer en la tentación, más libranos del mal”.

Matteo Crimella, profesor de Sagrada Escritura de la Facultad de Teología de la Universidad de Milán, en su extraordinario, aunque breve tratado sobre la oración del Padre Nuestro, se detiene a abordar la cuestión con algunas precisiones de gran interés que resumiremos a continuación.

En primer lugar, nos recordará nuestro autor que Dios Padre no es nunca el origen del mal ni directa ni indirectamente, para ello transcribirá aquella magnífica expresión de Orígenes: “Es absurdo creer que Dios introduzca a alguien en la tentación, porque eso equivaldría a entregarlo para que sea vencido” (87).

Evidentemente es el pecado del diablo y del hombre el que introdujo el mal en el mundo y es el tentador por excelencia quien busca apartar a los hombres del camino del cielo procurando su perdición. Ahí es donde entra de pleno la petición sencilla, humilde y confiada del Padre Nuestro, puesto que sólo con la gracia de Dios podremos vencer en la lucha ascética, pues como afirma el apóstol san Pablo: “omnia possum in eo qui me confortat”, es decir: todo lo puedo en aquel que me conforta (Filip 4,15). La Tradición cristiana ha visto en esta invocación también un eco de la historia de Job, cuando Yaveh Dios permitiría al tentador poner a prueba la fe y la confianza del santo Job (Job 1, 6-12), quien, con la ayuda de Dios vencerá y dará gloria a Dios con su humilde respuesta a la prueba (89). 

Indudablemente quien otorga la vocación concede la gracia congrua para llevarla a su cumplimiento como expresó magníficamente Francisco Suarez, cuando fue llamado a Roma para dilucidar y poner fin a la disputa “de auxiliis”, en el siglo XVI. pues con semejante expresión gráfica y atinada, acertó a poner paz entre los grandes contendientes Bañez y Molina. La discusión se cortaría finalmente por indicación expresa del Romano Pontífice a callar y dejar de condenarse mutuamente y por la aclaración de que el misterio de la relación entre gracia y libertad se dilucida en el interior de la conciencia, entre Dios y el hombre.

Matteo Crimella, nuestro autor, terminará su exposición del Padre Nuestro volviendo a recordar la escena de la tentación de Jesús en el desierto, donde encuentra, como toda la tradición, la manera que debe aprender el hombre para responder a la tentación: imitar a Jesucristo. Así pues, nos recordará que el demonio nunca puede tentarnos más allá de nuestras fuerzas y que la primera e inmediata reacción del hombre ante la tentación es, como hizo Jesús: buscar en todo la gloria de Dios y no su propio beneficio: “el tiempo de la prueba se convierte en el tiempo de la tentación, a la que Jesús no cede, revelando así su identidad de Hijo de Dios obediente al Padre” (91).

José Carlos Martín de la Hoz

Matteo Crimella, Padre nuestro, La oración de Jesús en los evangelios, Salamanca, 2022, 141 pp.