Estatuas de libertad

 

En estos días hemos asistido impávidos, asombrados y desconcertados a un acontecimiento único: un grupo de indocumentados perfectamente coordinados, en diversas partes del mundo y a la vez, indudablemente, recibiendo instrucciones de los de toda la vida, se han dedicado, como una moda cultural, a destruir estatuas de Colón o de Fray Junípero Serra, al grito de racistas.

En realidad, tanto ellos como sus mandatarios (los que les pagan) son unos perfectos ignorantes, puesto que en muchos casos está tirando estatuas de hombres o de mujeres que han llevado la cultura y la civilización a los lugares más recónditos y, por tanto, han salvado muchas vidas humanas de la ignorancia y de la muerte.

Por el contrario, leía estos días un interesante trabajo acerca de la historia de la esclavitud enclavado y ambientado en el final de la ilustración, concretamente en la ciudad de Madrid, donde el autor, uno de los más importantes expertos y buenos conocedores de la materia, refiere con datos de archivo una realidad sociológicamente normal en aquella época; la extensión de la esclavitud.

Aunque hablaremos más despacio del trabajo del profesor José Miguel López García, deseaba ahora aportar unas consideraciones que desarrolla nuestro autor en el preámbulo de su libro sobre la esclavitud.

Efectivamente, al comienzo, con gran expresividad narra un congreso internacional de historiadores del mundo entero celebrado en el 2001 en Durban (República de Sudáfrica), en el que se llegaba, como una conclusión de aquellos días de estudio, que había que derribar las estatuas y hacer desaparecer de las calles y plazas de las grandes ciudades del mundo, a todos los hombres y mujeres que hubieran poseído esclavos y hubieran fomentado la trata humana (10). Inmediatamente aporta datos de los esclavos actuales en el mundo.

El único problema para aplicar esta norma es, por ejemplo, que Thomas Jefferson, era un esclavista reconocido, pero también padre de la patria en los Estados Unidos, por, lo que suprimir el nombre de uno de los grandes esclavistas de la humanidad entra en colisión con otros intereses.

Asimismo, la misma nación holandesa durante el XVI-XVII, financió, dotó y construyó una flota de navíos que fueron destinados al infame transporte de esclavos negro: conseguir esclavos en África y vendérselos a los españoles para las plantaciones e ingenios de la caña de azúcar.

Mucho más eficaz, por tanto, que derribar estatuas, por orden de los de siempre, volver a las verdaderas soluciones de siempre: es enseñar historia, dedicar tiempo a la educación y becas para la formación, creación de empleo, es decir, medidas verdaderamente de progreso y de desarrollo de la verdadera dignidad de la persona humana.

José Carlos Martín de la Hoz

José Miguel López García, La esclavitud a finales del Antiguo Régimen, Madrid 1701-1837, Alianza editorial, Madrid 2020, 214 pp.