La pasión de Gramsci

 

Es interesante recordar, como de alguna manera nos invita a hacer el profesor Diego Fusaro de la Universidad de  Milán, la historia reciente del marxismo, aprovechando la excusa de la publicación de una semblanza biográfica de Antonio Gramsci, que termina por recorrer la historia del marxismo desde Karl Marx con las primeras ediciones de El Capital, las versiones de Engels, la aplicación del marxismo a la Revolución bolchevique de 1917, la caída del muro de Berlín o la vía china del comunismo hacia el nuevo capitalismo de Estado.

La edición castellana de la obra del catedrático de Historia de la filosofía de Milán, Diego Fusaro, acerca del filósofo italiano Antonio Gramsci, publicado con el expresivo título de “la pasión de estar en el mundo”, no deja de sorprender y de reflejar, a la vez, la actualidad de este pensador. Gramsci: “considera la cultura como el fundamento para formar al sujeto revolucionario, el camino a seguir para que llegue a ser ‘en si y por si’, consciente de sí mismo y de sus cometidos históricos” (31).

El marxismo, tal y como lo entendía el pensador italiano Antonio Gramsci (1891-1937), aparece a los ojos de nuestro autor, como una verdadera herejía del fundador, Kal Marx, (65-66) o como una verdadera actualización y revalorización del pensamiento marxista para la mente del hombre moderno, con una reinterpretación de la historia y de las relaciones entre supraestructura social y humus cultural.

Precisamente, Gramsci afirmará en uno de sus cuadernos de la cárcel, escritos en su lago y definitivo cautiverio que “la verdad es siempre revolucionaria” (32). Por tanto, habrá que recordar que histórica y culturalmente está demostrado que la propuesta de Feuerbach al pueblo marxista acerca de darle una religión a su gusto no ha funcionado: “la nueva religión de la praxis comunista ha reemplazado a Dios por el hombre, y-según el tema coesencial al inmanentismo idealista- por la fe en sus fuerzas y energías espirituales” (53).

La lucha por la justicia social, por los derechos humanos y, concretamente, los de la clase trabajadora (57), fue eficaz en cuanto que activó y cooperó con otras fuerzas para alcanzar tantos logros sociales que desembocaron en la sociedad del bienestar y en la cultura socialdemócrata, pero sin terminar de colmar los corazones humanos que buscaban la plenitud de la persona. De hecho, su filosofía de la praxis nunca llegó a imponerse, ni en el seno del marxismo de su tiempo, quizás porque como él afirmaba: “el determinismo, en un principio, para los dominados es ideología inevitable y auténtica religión de subalternos” (84).

En cualquier caso, la propuesta de Gramsci del marxismo cultural impregnante del lenguaje y de la praxis termina por ser determinista y “con el acto de negar al Dios del cielo, diviniza, al mismo tiempo, al ‘dios escondido’ de la economía y de la estructura, convirtiéndolo en el único artífice del cambio histórico y, por tanto, aniquilando la dimensión de la política y la cultura” (116). No colma el corazón del hombre.

José Carlos Martin de la Hoz

Diego Fusaro, Antonio Gramsci. La pasión de estar en el mundo, ediciones siglo XXI, Madrid 2018, 191 pp.