A propósito de Una quincena de septiembre, de Sherriff

 

 

En plena lectura de esta novela, una de mis nietas, en respuesta a la invitación de prolongar su visita unas horas más pasando la noche en mi casa, me aclaró el concepto de “familia” que Sherrif transmite en su novela:

-“Abuela, tienes que comprender que esta no es nuestra casa”.

Dicho por una niña de cinco años, mientras su hermana de siete años intentaba reprimir las lágrimas que al fin corrieron mejillas abajo, me dejó muy claro que por mucho que haga, yo soy su abuela pero no soy su familia.

Casa no es el edificio donde se habita. Casualmente ellas viven con sus padres en un edificio de mi propiedad. Casa es mucho más. Casa es sinónimo de familia. La casa es el lugar donde vive la familia.

Su familia no soy yo aunque las cuide en vacaciones, les prepare la comida, las peine, les regale ropa, zapatos, juguetes…

Su familia son sus padres. Y todo lo que ellos hacen está mejor que cualquier cosa que yo haga. Si su madre les hace una coleta recogiendo el pelo rápidamente, sin apenas peinar, antes de dejarlas en mi casa, ellas quieren que yo las peine como hace su madre…

Sherrif nos cuenta la historia de una familia que vive quince días en una casa de alquiler, de tercera línea de playa, con un decorado que empieza a estar trasnochado y que puede resultar incómodo después de varios años.

Pero el decorado importa poco. Lo que cuenta es la relación entre los miembros de la familia. E importa en cuanto ayuda a cada uno de ellos a evolucionar: a los hijos y a los padres.

Durante esa quincena en la playa, fuera de su ambiente habitual de estudio o de trabajo, todos encuentran momentos de soledad que, siguiendo el ejemplo del padre, el señor Stevens, saben aprovechar para evaluar lo pasado, descubrir el presente y rediseñar el futuro.

El futuro pertenece a cada miembro de la familia. Pero cada uno de ellos comprende que es el fruto del esfuerzo y la confianza que los otros miembros de la familia depositan cada día en él o en ella. Y aprende, poco a poco, a vivir con esa responsabilidad.

Volviendo a mis nietas, y aunque mi casa no sea la suya, agradezco mucho el poder ayudar a sus padres en esta tarea de educación y espero que algún día mis nietos puedan incluirme en sus reflexiones como parte del esfuerzo y del amor recibido y, de los que, sin duda, serán un fruto esplendoroso.

Mª Paz Alonso Gutiérrez
 
RC Sherriff. La quincena de septiembre, Ed. Palabra 2015, 368 pp.