Unidad y comunión

 

La pandemia ha originado que un buen número de libros hayan tenido una escasa publicidad o al menos el necesario eco. Este es el caso del último trabajo de la doctora en Teología Lourdes Grosso, misionera idente, directora de la Oficina de las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal española y coordinadora de la cátedra de teología de la vida consagrada de la Facultad de Teología de la Universidad de San Dámaso de Madrid.

Precisamente, el trabajo aborda en clave teológica y pastoral las relaciones entre la Iglesia y sus instituciones y la vida consagrada en sus múltiples formas que ha cobrado un extraordinario auge tras el Concilio Vaticano II.

Lógicamente, tras la llamada universal a la santidad preconizada por el Concilio y, especialmente, por la Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, muchas de las instituciones suscitadas por el Espíritu Santo antes y después del Concilio, se han visto nuevamente enviadas a proclamar ese deseo de santidad para toda la Iglesia y, especialmente, en el laicado cristiano.

En ese sentido, unidad y comunión, significa apreciar y valorar todos los carismas que el Paráclito suscita en su Iglesia, como signos de la perenne juventud, según le gustaba afirmar a san Pablo VI, y, a la vez, subrayar la importancia de la mutua relación entre dichos carismas para trabajar unidos en el servicio de las almas.

Enseguida, y en muchos lugares del trabajo, nuestra autora hará una clara referencia a las relaciones entre unidad y comunión tomando como imagen ejemplificante a la Trinidad: “La Santísima Trinidad, el misterio central de la fe y de la vida cristiana, el misterio de Dios en sí mismo y ñ fuente y la luz que iluminan todos los otros misterios de la fe” (90).

Seguidamente, señalará todas las dificultades que suceden en las tareas humanas, donde las pasiones propias de la debilidad de nuestra naturaleza impedirán el natural desenvolvimiento de la comunión. Frente a esas dificultades siempre existirá la verdadera medicina que sanará heridas y producirá el fruto de la unidad: la santidad: “solo de una vida santa y cada vez más configurada con Cristo puede surgir la reforma de las estructuras” (91).

Lógicamente, para explicar al mundo la llamada universal a la santidad y vivir cada uno su propio carisma, es preciso entablar un diálogo con el mundo empezando por recordar la metafísica del ser (112) y de la dignidad de la persona relacional (121) como imagen y semejanza de Dios (122), abierto a la trascendencia (133) y llamado al particular amor de comunión: “no se trata de un amor cualquiera, sino del reflejo del amor que las tres divinas Personas se tienen entre sí y derraman en nuestro espíritu. Se trata de aprender a amar como somos amados por Dios. Aprender a vivir en comunión cada vez más real, más íntima y completa. La caridad, como vínculo que nos une, es la mayor propuesta del cristianismo y el mayor reto para la historia de la humanidad” (184).

José Carlos Martín de la Hoz

Lourdes Grosso García, A imagen de la Trinidad, ediciones Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2019, 312 pp.