Violencia y hecho religioso

 

Ya hace unos años recordaba Benedicto XVI el problema de la desconfianza en la Iglesia derivado de nuestros errores y algunos de consideración: “la Iglesia se encuentra degradada a causa de todos los fracasos humanos, pero también, por otra, en ella se conserva y permanece operante lo que, donado por Dios, confiere esperanza y salvación al ser humano. Así, pues, la Iglesia sería, por su esencia, «paradójica», ambivalente, mixtura de fracaso y bendición”.

Asimismo, añadía enseguida el papa Benedicto, que las épocas más esplendidas de la historia de la Iglesia, las páginas más bellas las han escrito los santos, con su amor a Dios y su amor a los hombres: “será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos”.

Como es fácil de constatar, actualmente existe en la opinión pública un ambiente de cierta oscuridad y una actitud de rechazo Hacia la Iglesia, como si las desafortunadas actuaciones de unos pocos, hubieran podido manchar el honor y la fama de la Iglesia. Así pues, es preciso, regenerar confiar en la Iglesia. En primer lugar, la Iglesia es santa porque es la esposa de Jesucristo. Precisamente, el entonces cardenal Ratzinger, se preguntaba en una conferencia, el 12 de junio de 1970, si se podía seguir siendo cristiano: Creo en la Iglesia porque "detrás de «nuestra Iglesia» vive «Su Iglesia», y que no puedo estar cerca de Él si no es permaneciendo en su Iglesia".

De todas formas, no olvidemos que el 12 de marzo de 2000, solemnemente Juan Pablo II pidió perdón por todos los pecados de todos los cristianos de todos los tiempos. Especialmente por el uso de la violencia para defender la fe. Así, también nosotros tenemos que hacerlo cada día personalmente y como generación de cristianos. Siempre deberíamos pedir perdón por no haber adecuado el evangelio a la vida.

En cualquier caso, como historiadores de la Iglesia, nos incumbe estudiar las luces y las sombras de las vidas de los cristianos a lo largo de la historia, para aprender de la historia: hay más luces que sombras, el Espíritu Santo nunca ha dejado de gobernarla y que Dios al respetar la libertad del hombre ha proporcionado siempre la abundancia de su gracia. La prueba está en que los cristianos seguimos creyendo lo mismo que hace veinte siglos, tenemos los mismos medios: los sacramentos y la Palabra de Dios, y ha habido santos en todas las etapas de la historia de la Iglesia hasta la actualidad.                 

A veces las leyendas negras realizan esa patología de la libertad: Intelligo quia volo y non intelligo quia non volo. ¿Qué hacer? Amar, rezar, comprender, mostrar la felicidad de nuestras vidas en Jesucristo y explicar y deshacer malentendidos.  Para que la historia sea maestra de vida, no basta con pedir perdón por los errores, sino saber por qué se pide perdón y de qué cosas. Así no se repetirán en el futuro, y ese perdón conllevará propósito de enmienda.

José Carlos Martín de la Hoz