Desaparecidos

Una novela magistral, ambientada en los barcos de vapor que recorrían el Misisipi durante las primeras décadas del siglo XX, cargados de bebida, baile y jazz.

Cuando una niña es secuestrada en unos grandes almacenes de Nueva Orleans, al supervisor, Sam Simoneaux, lo atormentan la culpa, el dolor y los fantasmas de su pasado. Decidido a encontrarla, Sam emprende un viaje que lo llevará a mundos de música y violencia y a pantanos recónditos que ocultan a quienes eligen vivir según sus propias leyes.

Desaparecidos describe con una prosa extraordinaria los Estados Unidos, en una época que trata de olvidar una guerra y en la que la civilización comienza a penetrar en el interior del país. Y en ese mundo, un hombre debe elegir entre la compasión y la venganza.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2024 La huerta grande
584
978-84-18657-51-1
Valoración CDL
4
Valoración Socios
4
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Género: 
Libro del mes: 
Abril, 2024

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Comentarios

Imagen de acabrero

Es un libro largo, por el número de páginas y porque se alarga. Cuando parece que debería haber terminado resulta que quedan casi cien páginas. Y, sin embargo, el lector no puede dejarlo a medias porque engancha totalmente. Estamos acostumbrados a la calidad literaria de este autor y también al empeño por describir meticulosamente un ambiente, un modo de vida, una época, de la que no sabemos nada. En esta ocasión el mundo de los barcos de vapor con sus diversas utilidades son un descubrimiento inesperado y, por lo tanto una curiosidad que el lector agradece. Las historias de la familia son duras y, como otras veces, comprobamos como el autor se introduce en el alma de los protagonistas, en sus sentimientos. Es quizá la mayor riqueza de este autor y, desde luego, de esta novela.

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Sam Simoneaux es encargado en unos grandes almacenes de Nueva Orleans, los almacenes Krine, cuando una niña es secuestrada. Al robo de esta niña -Lily Weller, de tres años- hace referencia el título de esta novela: Desaparecidos, o en inglés The Missising (La desaparición). La historia transcurre en los años veinte del siglo pasado, después de la Primera Guerra Mundial.

A continuación, encontramos a Sam como tercer oficial de un barco de recreo, el Ambassador, que navega por el río Misisipi. Ha sido despedido de los almacenes Krine por el secuestro de la niña y, mientras trabaja en el barco, busca a la pequeña por los pueblos de la rivera. A pesar del dramatismo del argumento un suave sentido del humor acompaña el relato y gente buena ayudará al protagonista en su búsqueda.

Sam Simoneaux pertenece a la minoría francesa del estado de Luisiana, una minoría pobre, que reside tierra adentro, católicos, cuya lengua materna es el francés y son despreciados por los angloparlantes. Amantes de la música, Sam había recibido clases de piano. Es la misma raiz cultural francesa que tiene Tim Gautreaux, el autor de la novela.

Gautreaux tiene un gran talento narrativo, como si fuera testigo de los hechos y sabe trasladar allí al lector. La credibilidad de un relato reside en los detalles, donde otro autor mencionaría una locomotora el autor nos habla de una locomotora de diez ruedas; el lector sabe lo que es una locomotora, pero nunca se ha preguntado cuántas ruedas tiene y ese dato pondrá en marcha su imaginación. En los agradecimientos, el autor indica la bibliografía que ha utilizado para recrear la época en la que sitúa la novela.

Desaparecidos, a pesar de su extensión -son 577 páginas- no es una novela que estés deseando terminar, conocer el final o, por el contrario, abandonar la lectura; puedes dejarla durante una semana y retomar la lectura con el mismo interés que al principio. Su atractivo está en la credibilidad del relato, la originalidad de los sucesos y en el estilo narrativo del autor. Estos componentes pueden hacer una obra maestra.

La novela tiene rasgos éticos, los buenos son buenos y los malos malos, sin confusión. El dolor rezuma muchas de sus páginas, sin llegar a la desesperación. Sam es invitado repetidamente a tomar venganza de aquellos que habían matado a su familia cuando él era solo un bebé, pero responde que "nunca me ha gustado rumiar la venganza" (pág.464). El protagonista se había criado unos parientes y su tío le había enseñado que "la venganza no hacía bien a nadie y que el castigo por ser un hijo de perra era el mismo hecho de serlo" (pág.354).

Hay un personaje especialmente penoso y es la señora White, una mujer rica, sin hijos, que encarga a unos bandidos el secuestro de Lily para criarla como suya. Encomienda su cuidado a una criada, ya que ella "se sentía incapaz de críar a una niña a la que además hubiera que dar amor" (pág.93). El autor se regocija señalando que al final, la señora tendrá que cambiar sus vestidos de seda por la tela basta del uniforme de presidiaria. El traductor utiliza una expresión castiza para describir el destino final de los White, antes tan respetables: "Parece que les ha mirado un tuerto".

Lily ha cambiado mucho durante los ocho meses que ha permanecido en casa de los White, no entiende por que tiene que reintegrarse al ambiemnte pobretón en el que había nacido. Tim Gautreaux realiza una advertencia que debería ser útil en los Estados Unidos, donde cualquiera puede comprar un arma: Con "una pistola en el bolsillo cambia el modo de pensar de un hombre, [pero] sin ella hay ciertos riesgos que no va a correr" (pág.425).

Nos encontramos ante una gran novela, para todos, didáctica en sus aspectos literario, histórico y ético.

 

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En su tercera novela, Tim Gautreaux vuelve a sorprendernos con un relato fascinante que atrapa desde la primera página y que tiene todos los ingredientes de sus obras anteriores: situaciones duras, familia, sentido del humor, maquinarias, barcos, marinos, buenos, malos, alegrías, tristezas... Y, por encima de todo, una inquebrantable fe en el ser humano: la redención siempre es posible y nunca falta una puerta abierta a la esperanza. Otro librazo del magistral escritor de Luisiana.