El diablo

La tesis del autor en este libro es la conversión de Satanás al final de los tiempos, que sería perdonado por Dios y repuesto en su antigua gloria.

Escribe Papini: "Me he propuesto estudiar: Las verdaderas causas de la rebelión de Lucifer. Las verdaderas relaciones entre Dios y el diablo. La posibilidad, por parte de los hombres, de hacer que Satanás vuelva a su condición primera y nos libere a todos de la tentación del mal" (pág.12).

Concluye señalando que, guiado por un sentido de caridad y misericordia, desea "hacer que los cristianos comprendan a Satanás cristianamente" (pág.12).

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1954 Emecé Editores-Buenos Aires
310
978-96-867-6947-0
2011 Planeta
352
978-84-0810-333-2

Prólogo de Pere Gimferrer

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En 1953, con 72 años, Papini dio a la imprenta este libro, "resultado de algunos años de búsquedas y lecturas" (pág.13). El primer fruto de esa investigación había sido el conmovedor drama El Diablo tentado, representado en 1950, que se añade como Apéndice en este volumen.

El editor argentino advierte que el libro había sido denunciado ante el Santo Oficio, pero que éste no ha querido condenarlo. Reproduce parcialmente un artículo de L'Osservatore Romano que lo explica. El articulista reconoce que esta obra está llena de errores explícitos, descarados y clamorosos, y que en virtud de ello su lectura podía considerarse prohibida; pero que el Vaticano sólo se ocupa de obras que tienen "importancia doctrinal", con lo cual da a entender que se trata de una obra literaria sin valor religioso. Por último, llama a Papini "el viejo escritor toscano", con lo que sugiere que la edad habría reblandecido el cerebro al escritor católico.

El problema de este libro es su pretendido carácter exhaustivo. Si el autor se hubiese limitado a su propósito inicial -la supuesta conversión de Satanás- no hubiese tenido ningún problema. Pero excede este objetivo para descubrir nuevos aspectos "en contra de lo que comunmente se cree"; y aquí resbala miserablemente. A partir del Apartado V (pág.79) es todo un absoluto despropósito. El autor hace interpretaciones de los libros sagrados que dejan helado al lector. Queda claro que supone una equivocación apartarse del sentir común de la Iglesia.

El primer error que vale la pena destacar se refiere a la libertad de los ángeles y los hombres. El autor sugiere que si Dios los ha hecho libres es responsable último del mal uso que puedan hacer de esa libertad. Esta tesis, además de ser irrespetuosa, supone un desconocimiento de lo que es la libertad.

El segundo error importante -más que error herejía- procede de una cita del apologista latino Lactancio que vivió a caballo de los siglos III y IV. Dice así: "Antes de crear el mundo, Dios produjo un espíritu semejante a Él, colmado de las virtudes del Padre. En seguida hizo otro, en el que se borró el sello del origen divino, emporcado por los celos; ...llaman diablo a ese ser" (Divinae Institutiones, II, 9, citado en la pág.103).

Vamos a suponer la buena intención de Lactancio y Papini al escribir y reproducir estas palabras, pero Dios no produjo un espíritu semejante a Él. En el Credo niceno -el Credo de la Misa- decimos "engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre"; luego no es admisible pensar en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad como producida, e intentar cualquier paralelismo de origen entre Ella y el diablo, que es una criatura. De la misma manera el Símbolo Atanasiano proclama "aeternus Pater, aeternus Filius, aeternus Spiritus Sanctus"; luego no procede pensar en la aparición en el tiempo de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, coeterno y consustancial con el Padre.

Lo expuesto nos conduce a varias conclusiones: 1. Que el Maligno, el Tentador, el Principio del Mal, el Príncipe de este Mundo es una criatura, y su existencia y características han sido reveladas por Dios en la Sagradas Escrituras. 2. Que conviene conocer, por los viejos catecismos, la recta doctrina católica sobre Satanás. 3. Que no conviene "alargar el brazo más que la manga"; es decir, que cada uno debe limitarse a aquellas materias que conoce: ni los literatos hacer teología, ni los teólogos hacer literatura. Papini se justifica explicando que sobre algunas materias "los poetas saben más que los teólogos". El sabrá por qué lo dice.

En conclusión, el libro no aporta nada, pero puede ser peligroso que alguien se tome en serio algunas de las ideas del autor.