El legado de Arne

Sostiene este relato la voz de Hans, un adolescente que vive en Hamburgo, donde su padre dirige una empresa de desguace. Invirtiendo el proceso que su padre sigue con los barcos, reconstruye la vida del ausente Arne, mientras ordena las pertenencias que dejó en casa. Se descubre así la personalidad de ese chico sensible, al que una tragedia ha llevado a recalar, como un buque a la deriva, en la familia de Hans.

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Es una manifestación de la profunda tristeza de la soledad. Todos necesitamos la compañía, el amor de los demás. La situación de Arne es dramática, pero además no tiene ninguna correspondencia en el cariño por parte de sus nuevos hermanos, al menos de los de su edad. En esta situación, y con la ausencia total de una visión trascendente de la vida, sin una sola mención de Dios, la vida de Arne es absurda. Y podríamos decir que Arne no deja ningún legado, aunque en todo el desarrollo de la narración se nombran sus recuerdos.

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La última novela de Siegfried Lenz traducida al castellano está a la altura de sus mejores obras. Muchos lectores recordarán la magnífica Lección de alemán –editada en español hace ya veinte años–, que le convirtió en uno de los autores en lengua alemana más prestigiosos. Lenz ofrece ahora El legado de Arne, una novela corta que revela la espléndida madurez de un gran escritor, y sorprende a los lectores por la sencillez de su planteamiento y la delicadeza de su prosa.
La voz de Hans, un adolescente que vive en los astilleros de Hamburgo, donde su padre dirige una empresa de desguace de embarcaciones, sostiene el relato. Invirtiendo el proceso que su padre sigue con los barcos, va reconstruyendo la vida del ausente Arne, mientras ordena las pertenencias que dejó en su casa. Descubrimos así, serenamente, la personalidad de ese chico sensible, al que una tragedia ha llevado a recalar, como un buque a la deriva, en la familia de Hans.

Cada uno los objetos de Arne, al salir a la luz, evoca diversos momentos de una vida ordinaria, pero llena de significados y emociones, que esconde hasta el final el secreto de su ausencia. La búsqueda de la felicidad en las cosas pequeñas, del calor de la intimidad familiar, y de poder amar y ser amado, se palpa en los repetidos intentos de Arne por superar sus miedos y sentirse uno más entre los otros. Así lo explica Hans: "En el tiempo que hemos compartido juntos he aprendido de ti que todo puede ganar en significado y valor –también lo pequeño e insignificante– al convertirse en testimonio o recuerdo de algo".

Con sinceridad desarmante, Arne mantiene una discreta pero intensa lucha con el pasado, para poder vivir la felicidad del presente. Quizá el tono melancólico, y algo fatalista, del relato, refleja los actuales temores y esperanzas que acechan al hombre, cuando su afán de trascendencia no alcanza los horizontes sobrenaturales.

Siegfried Lenz ha transmitido su propio legado literario, hecho de frases sencillas, imágenes penetrantes y emociones intensamente humanas. Alvaro Matud Juristo. (Aceprensa)