Gaudete et exultate

Gaudete et exsultate (Alegraos y regocijaos) es el título de la nueva exhortación apostólica que el Papa Francisco ha querido dedicar a la llamada a la santidad en el mundo de hoy. El título corresponde a las últimas frases de las bienaventuranzas: "Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos".

Los frutos de la Iglesia son aquellos cristianos que han procurado vivir el mandato de Dios: "Sed santos como vuestro Padre celestial es santo". La gracia de la santidad no es privilegio de unos pocos, sino de todo el pueblo de Dios: sacerdotes, religiosos y laicos, que viven en el mundo actual enfrentándose a los mismos afanes que el resto de sus conciudadanos.

Gaudete et exsultate es el quinto documento escrito por Francisco en estos cinco años de pontificado. No es la primera vez que el Papa publica un texto con referencias a la alegría; así las exhortaciones Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio) de 2013, Amoris laetitia (La alegría del amor) de 2016, y la encíclica Laudato si' (Alabado seas) de 2015. A estos textos hay que sumar la primera encíclica Lumen fidei (La Luz de la Fe) de 2013.

 

 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2018 * Edición electrónica Palabra
128
978-84-9061-711

Subtítulo: Sobre la llamada a la santidad en el mundo actual.

2018 San Pablo
126
84-285-5520-3
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Exhortación Apostólica del Papa Francisco acerca de la santidad en el mundo actual: "Mi humilde objetivo -escribe- es hacer resonar una llamada a la santidad (...), porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió para que fuéramos santos en su presencia" (pág.7). Termina el documento deseando la santidad para toda la Iglesia: "Espero que estas páginas sean útiles para que toda la Iglesia se dedique a promover el deseo de santidad. Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos" (pág.120).

¿Cuánto tiempo hace que no escuchábamos predicar acerca de la santidad? Es más ¿creémos -me lo digo a mí mismo- en la santidad de vida tal como nos la piden las Sagradas Escrituras, el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo y las tradiciones de la Iglesia? Francisco desarrolla su catequesis acerca de la santidad comenzando por las Bienaventuranzas (Mt.5, 3-12) y continúa con lo que llama el gran protocolo, la exposición que hace Nuestro Señor Jesucristo del Juicio Final en función de cómo cada uno haya vivido la caridad hacia su prójimo (Mt.25, 31-46). La santidad que predica Francisco está próxima a aquella que recomienda el Concilio Vaticano II para los laicos; lo vemos cuando afirma que entre los santos podemos encontrar a "nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas. Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor" (pág.9).

Continúa el Papa: "Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente, en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo" (pág.11); y concluye: "¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o tu esposa. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con competencia y honradez tu trabajo. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales" (pág.16). Son frases que quizás nos recuerdan la predicación de san Juan Bautista o de san Pablo, tal como las leemos en el Nuevo Testamento..

El Santo Padre advierte sobre el error que supondría imitar formas y ejemplos de santidad correspondientes otras épocas, que pueden no ser lo que Dios desea hoy para nosotros en estos momentos, por ello aconseja pedir al Espíritu Santo el don de discernimiento, a fin de conocer cuál sea la voluntad de Dios cada uno. Explica el Papa algunas virtudes que va a necesitar quien quiera ser santo en el mundo actual: Aguante, paciencia y mansedumbre, alegría y sentido del humor, audacia y fervor apostólico, vivir la fe en comunidad y mantenerse permanentemente en oración.

Al hablar de aguante, paciencia y mansedumbre (pág.78) no tenemos más remedio que pensar en las dificultades que tiene que enfrentar el Papa Francisco cada día, ya sea por la reorganización de la curia romana, por la llamada sinodalidad dirigida a favorecer la participación de los fieles en la vida de la Iglesia, por causa de los clérigos acusados de abusos sexuales, del llamado sínodo alemán tan alejado de las tradiciones de la Iglesia o por la reivindicación del sacerdocio para la mujeres o los hombres casados. El Papa está haciendo un gran alarde de paciencia al abordar todas estas cuestiones e imagino lo frustrante que debe resultar para él, cuando la Exhortación Apostólica nos lo muestra en su vertiente de maestro y director de almas.

El Papa advierte sobre la necesidad de luchar contra el diablo: "No pensemos -escribe- que es un mito, un símbolo o una idea, [Satanás] nos envenena con el odio, la tristeza, con la envidia o los vicios (...). Mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestra comunidades" (pág.109). No es preciso explicar cómo el diablo destruye las familias, las vidas y las comunidades, e incluso querría destruir la obra de Nuestro Señor Jesucristo, que es la Iglesia. ¿Cuánto tiempo hace que no oíamos hablar sobre el diablo y su acción negativa?

Por desgracia tampoco es frecuente oir alabar a la Virgen Santísima como lo hace el Papa: "Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña (...) mientras musitamos una y otra vez Dios te salve, María ..." (pág.120). Impresiona -a mí me impresiona- descubrir el aspecto espiritual del Papa Francisco y me da pena que solo se hable de él cuando se plantean en la Iglesia esos problemas extraordinarios a los que me he referido más arriba.

 

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Una vez más, la Iglesia, en la pluma del Papa en esta ocasión, insiste en la llamada universal a la santidad. Después de unas consideraciones generales, más teóricas, en los capítulos tercero y cuarto ofrece unos ejemplos de gran interés para el lector católico, empezando por el comentario de las bienaventuranzas y volviendo a hacer hincapié en la necesidad de salir de la propia comodidad para hablar de Dios en todos los ambientes. Esta vuelta a los argumentos de Evangelii Gaudium es de gran importancia para despertar al cristiano de la calle y animarle a una acción viva que lleve a dar a conocer a Jesucristo.

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Un extraordinario documento sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. Leer artículo>>