Judíos y cristianos

En 2015 se cumplían cincuenta años de la declaración conciliar Nostra aetate, acerca de las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas y, en particular, con el judaísmo. Con este motivo, la Conferencia de Rabinos de Europa, bajo la dirección del rabino jefe de Viena, Arie Folger, publicó un comentario a la misma bajo el título de Entre Jerusalén y Roma. La Comisión vaticana para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo hizo otro tanto, y su presidente, el cardenal Koch, solicitó del papa emérito una colaboración sobre la materia. Ese texto no fue publicado hasta 2018, con el título de Gracia y llamada sin arrepentimiento (págs.39 y ss).

El texto de Ratzinger dio lugar a un intercambio epistolar con el rabino Folger, que forma parte de este volumen. Completa el libro un anexo documental, que reúne diversos textos acerca de la relación entre judaísmo e Iglesia, incluido alguno del papa Francisco. El prólogo es del rabino Folger y la Introducción del editor y responsable de la revista Communio en Italia, Elio Guerriero.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2019 Ediciones Encuentro
120
978-84-1339-002-4

Subtítulo: En diálogo con el rabino Arie Folger.

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Se trata de una selección de textos -teológicos y practicos- acerca de las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo ortodoxo. No todos son del papa Benedicto XVI, sino que también los hay de S.S. Juan Pablo II y del papa Francisco, así como los correspondientes a la parte rabínica. La falta de orden -no imputable al papa emérito sino al editor- hace difícil resumirlos.

La declaración conciliar Nostra aetate había planteado un giro radical en las relaciones de la Iglesia con el pueblo judío; en este sentido manifestaba que "como es tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este sagrado Concilio quiere fomentar y recomendar el mútuo conocimiento y aprecio entre ellos" (Nostra aetate, nº4). En virtud de ello, en 1974, el papa Pablo VI constituyó la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo. Fue, sin embargo, durante el ponfificado de san Juan Pablo II cuando éstas recibieron un impulso vigoroso. En 1980, en Maguncia, el pontifice declaró que "la alianza de Dios con Israel nunca había sido revocada" (págs.26 y 63); una afirmación novedosa que, posteriormente, se incorporaría al Catecismo de la Iglesia Católica. El año 2000, Juan Pablo II visitó Tierra Santa y en el 2002 se constituyó un Comité bilateral con el Gran Rabinato de Israel, que, a partir de entonces, celebraría reuniones anuales en Roma y Jerusalén alternativamente.

El  cardenal y luego papa Ratzinger, había profundizado en los aspectos teológicos de esa relación. Lo hizo en 1993, en la presentación del documento El pueblo judío y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana (págs.89 y ss); en 1994, en una conferencia pronunciada en Jerusalén, bajo el título de La Iglesia, Israel y las demás religiones (págs26 y ss). Finalmente, en 2017, y ya como papa emérito, elaboró el texto Gracia y llamada sin arrepentimiento (págs.39 y ss). La Comisión Pontificia, por su parte, declaraba en 2015 "que los judíos son partícipes de la salvación de Dios es teológicamente incuestionable" (pág.23). Las citas, siempre, son de las cartas de san Pablo.

En 2016, la Conferencia de Rabinos de Europa bajo la dirección de Arie Folger, hacía público un balance de las relaciones con la Iglesia católica desde la declaración Nostra aetate. El documento se conoce como Entre Jerusalén y Roma. Éste recuerda que las verdades de fe para cada religón no pueden ser debatidas ni negociadas, y que son incompatibles aquellas que se refieren a Jesús: su carácter de Mesías y Segunda Persona encarnada de la Santísima Trinidad (pág.109). Para los judíos el Mesías traerá la paz, en tanto que Jesús no trajo la paz. Ratzinger lo explica porque nos encontramos en un tiempo intermedio, el tiempo de los gentiles, en el que Satanás todavía tiene poder sobre los hombres.

El documento de los rabinos celebra la mejora de las relaciones con la Iglesia, pero observa que "la experiencia religiosa es personal y solo puede ser comprendida dentro de la propia comunidad de fe" (pág.110); es decir, salvo una llamada especial de Dios, el catolicismo se entiende dentro de la Iglesia católica y el judaísmo dentro de la comunidad judía; ambas confesiones deben renunciar a convertir la una a la otra: no se trata de convertirse sino de comprenderse mutuamente. Entre Jerusalén y Roma menciona la secularización creciente de las sociedades occidentales y centra la colaboración del judaísmo ortodoxo con la Iglesia católica en "caminar juntos por los caminos de Dios para alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos, dar alegría a los huérfanos y a las viudas, refugio a los perseguidos y oprimidos y así alcanzar las bendiciones de Dios" (pág.113).

El papa Francisco acepta este planteamiento y, en 2015, en una Audiencia interreligiosa, afirma que "el fin del díálogo interreligioso es respetar el derecho de otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales de conciencia, pensamiento, expresión y religión"; y añade que "el mundo nos pide respuestas efectivas sobre la paz, el hambre, la miseria, la crisis ambiental, la violencia, la corrupción, la degradación moral, la crisis de la familia, de la economía, de las finanzas y, sobre todo, de la esperanza" (pág.98).

Para los católicos no es tan importante la lectura de los textos reunidos en este volumen, como un conocimiento general de su contenido y de los objetivos que plantea. Es algo llamativo que se atribuya la autoría del mismo al papa emérito (q.e.p.d.), ya que su intervención en el mismo es parcial y solo se refiere a los aspectos teológicos; hubiera sido preferible hacer un planteamiento histórico y lineal como se ha intentado hacer en este resumen. De hecho el copyright es de Ediciones San Paolo, no del papa emérito; entiendo que se abusa del pontífice al atribuirle la autoría de obras que no son suyas ni se han editado por su voluntad.