La guerra no tiene rostro de mujer

Svetlana Alexiévich narra la Segunda Guerra Mundial -la gran guerra patria de la URSS- tal como la vivieron las mujeres. Casi un millón de ellas se incorporó al Ejército rojo o a la resistencia de los partisanos.

La autora se pregunta qué las llevó a alistarse, cómo fue su vida en los frentes y cómo vivieron la postguerra. Responde a esas preguntas a través de docenas de entrevistas con esas mujeres.

Svetlana Alexiévich es bielorrusa, periodista y escritora recibió el Premio Nobel en 2015 por los valores humanos contenidos en sus libros.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2020 Penguin Random House
365
978-84-663-3884-4

Primera edición de 1985, ampliada en 2008.

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Un extraordinario trabajo de documentación acerca de la participación de las mujeres de la URSS en la Segunda Guerra Mundial. Ellas se integraron en los ejércitos no solo como sanitarias o cocineras sino también como tanquistas, pilotos de avión, paracaidistas o zapadoras y muchas recibieron medallas al valor.

En conversación con sus interlocutoras la autora descubre que hay un lugar en la guerra para la mujer. Cuando en la actualidad la ideología de género afirma que no hay diferencia entre el hombre y la mujer más que el deseo de ser lo uno o lo otro, aquellas mujeres declaraban su feminidad en un entorno tan poco femenino como es una guerra: "Las mujeres -escribe la autora- siempre mencionaban su belleza, ese eje indestructible de su existencia, (...) querían seguir siendo ellas mismas, no traicionar su naturaleza" (págs.221-222)

Una de las entrevistadas se pregunta: "¿Cómo ser un hombre? Es imposible. Nuestros pensamientos son una cosa, pero nuestra naturaleza es completamente otra" (pág.235). "Echábamos en falta -dice- todas esas cosas de mujeres y cualquier excusa era buena para tomar una aguja, coser algo y volver, por lo menos un instante, a nuestro estado natural" (pág.130). Incluso al amor, Sofía Krogel que fue francotiradora afirma que "si en la guerra no me hubiese enamorado no habría sobrevivido. El amor me salvó. Esa fue mi salvación" (pág.271).

¿Que sentimientos inundaban los corazones de aquellas jovenes? Ante todo el convencimiento de participar en una guerra justa. Unas pertenecían al komsomol, organización juvenil del partido comunista, pero otras deseaban vengar a sus padres, maridos o hijos muertos. Se veían en la necesidad de esforzarse más que sus compañeros para no ser devueltas a la retaguardia: "Yo quiero matar alemanes" era una frase repetida. Aun así seguían queriendo parecer bellas y hubieran preferido morir a vivir desfiguradas después de la guerra.

Las sanitarias, cuando no podían hacer más por un soldado herido, le tomaban de la mano, le animaban y sonreían. Así como los varones deseaban la humillación de los alemanes, para las mujeres combatientes el objetivo era la vida después de la Victoria. Lo explica Olga Vasilievna: "Creíamos que después de la guerra viviríamos una vida fabulosa, que la gente se volvería buena, que nos amaríamos los unos a los otros, que todos seríamos hermanos y hermanas" (pág.195). 

Algunos sentimientos demostraron ser menos fuertes, por ejemplo el ateísmo preconizado por el Estado soviético. Lo cuenta la sargento Vera Borisovna: "Me fui al frente siendo una materialista convencida, una atea. Me fui siendo una buena alumna de la escuela soviética, pero allí... comencé a rezar. Lo hacía a escondidas, con mucha precaución antes de cada combate" (pág.97).

Cuando por fin llegó la Victoria a las mujeres les esperaba un doble desengaño, los hombres eran recibidos como héroes pero a ellas como si hubieran ejercido la prostitución en las trincheras. Claudia S. exclama: "¡Cómo nos recibió la Patria! No puedo contarlo sin llorar. Nos gritaban ¡putas! ¡perras!" (pág.284). Mientras los hombres hacían exibición de sus medallas y condecoraciones, María V. tuvo que dejar de utilizar la suya porque a la directora de su escuela le parecía agresivo hacia las mujeres que no habían ido a la guerra. La guardó y no la utilizó nunca más.

El segundo desengaño se refiere a los frutos de la Victoria y lo refiere la técnico sanitaria Tamara Stepanovna: "¿Sabe lo que pensábamos todos durante la guerra? La gente ha pasado por tanto sufrimiento que todos serán buenos los unos como otros. Habrá mucho amor. [Pero] todo es igual que antes, las personas se odian entre ellas, se matan unos a otros. Es lo que no acabo de entender" (pág.365).