Me llaman Padre Tocino

En 1945 Alemania estaba destruida. Dentro de sus fronteras se habían instalado catorce millones de alemanes expulsados de los territorios del Este. Los refugiados sufrieron mil penalidades en campos y alojamientos provisionales, sin hogar, sin arraigo, sin medios de vida. Muchos católicos acabaron en zonas de mayoría protestante. Con ellos llegaron hasta cuarenta mil sacerdotes que, alojados en buhardillas y establos, atendían a pie o en bicicleta comunidades dispersas. En 1947, el Padre Werenfried van Straaten, religioso holandés, recibió de la Santa Sede el encargo de auxiliar a todos aquellos sacerdotes y refugiados. Con su predicación supo suscitar una fuerte corriente de solidaridad y compasión hacia los todavía odiados alemanes. Así nació la Asociación Internacional de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Esta promovió el envío de miles de paquetes con comida, vestidos y medicamentos; hizo que los escolares “adoptasen” a un sacerdote del Este para ayudarle con sus oraciones y animarle con sus cartas; facilitó a los sacerdotes medios de locomoción; puso en marcha las “capillas rodantes”, adaptadas al chasis de un camión; hizo construir iglesias, viviendas, residencias y aún conventos en las zonas devastadas. Mitigadas las necesidades de Alemania, el P.Werenfried y la A.I.N pusieron su mirada más allá del Telón de Acero y en cualquier otro lugar del mundo donde la Iglesia padeciese necesidad.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1984 Verbo Divino, S.A.
221

Edición inicial año 1960.

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El libro es una historia y un alegato. Publicado en 1960, el P.Werenfried clama contra la pasividad y el egoísmo de Occidente que, en medio de su recuperada opulencia, se contenta con mantener tranquilo al tirano del Este a cambio de dejar en sus manos numerosos pueblos que antes habían sido cristianos y libres. Es la primera vez que vemos unidos los conceptos de caridad y libertad que luego Juan Pablo II desarrollará ampliamente: una forma de caridad hacia los pueblos esclavizados es procurarles la libertad y, en primer lugar, la libertad religiosa. Al P.Werenfried le preocupan tanto la tiranía en el Este como la decadencia espiritual del Oeste, que se muestra indiferente con lo que ocurre más allá de sus fronteras. Clama contra un catolicismo individualista, a remolque de la historia. El P.Werenfried cree en el hombre, en la familia, en el sacerdocio y en la Iglesia. Su lema es: “El hombre es mucho mejor de lo que pensamos”. En su cuartel general de Tongerlo, en un pabellón del que entran y salen constantemente los camiones, se acumulan toneladas de donativos esperando para ser repartidos: zapatos, ropas, medicinas y alimentos. De ellos se ocupan los voluntarios. “¿Dónde están ahora –escribe el autor- todos aquellos corazones esforzados que nos dieron lo mejor de su vida? Aquellos rudos muchachos hirsutos que procedían de la Legión extranjera o de algún batallón disciplinario de su país, los idealistas y los locos, los inestables marcados por el sufrimiento y los fracasados, los pendencieros y los borrachos, los parlanchines y los soñadores, los desinteresados y los aprovechados, los artistas y los santos, todos los que nos ayudaron según sus capacidades y algunas veces nos impacientaron, pero de los que no podíamos prescindir y a los que seguimos agradecidos por su entrega a nuestra Obra”. El P.Werenfried cita a menudo a los que llegaron allí “para recuperar su equilibrio” y es que después de una guerra abundan las personas con heridas espirituales tan profundas que ni el tiempo podrá borrar. Hoy, después de medio siglo de paz en Europa, también abundan las personas que necesitan “recuperar su equilibrio”. La economía, la competividad o el bienestar no bastan para hacer a los hombres y a las mujeres más libres y felices e incurren en las nuevas esclavitudes del consumo, las drogas, el alcohol, el sexo como un fin, en la irresponsabilidad en suma. El P.Werenfried señaló un camino: ocuparse de los demás, vivir la generosidad de dar y darse a los demás. La obra que puso en marcha, la Ayuda a la Iglesia Necesitada, conecta con lo que ha sido la tradición caritativa de la Iglesia, adaptada al día de hoy.