Música blanca

Con dos voces, la de la autora y la de su madre enferma enferma, nos muestra pasajes de ambas vidas, en un relato en que la dignidad de la persona en cualquier circunstancia queda muy bien plasmada.

"Este escrito es una creación literaria que tiene como objetivo el intento de compartir una parte de los sentimientos, las realidades y los misterios que viví junto a mi madre, Carmen Laforet, en los últimos años de su vida". Así define textualmente la autora el contenido de esta obra que, si bien es cierto que se centra en la etapa del declinar físico y mental de la escritora, indirectamente también alude a su infancia en Canarias, a su matrimonio con el crítico Manuel Cerezales y al nacimiento de sus cinco hijos y de sus varios nietos y biznietos.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2009 Destino
285

Buena edición, el libro se lee con comodidad y agrado.

2014 Austral-Planeta
285
978-84-2334799
Valoración CDL
3
Valoración Socios
2.5
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Los últimos años de su existencia Carmen Laforet experimenta un replegamiento interior que le lleva, entre otras cosas, a una mudez obstinada. Ya su madre, Teodora, había permanecido los años previos a su muerte en esa misma situación. Carmen se encuentra en una Residencia donde la visitan su hija, Cristina, y sus nietas. Ellas tratan de rescatarla del ensimismamiento en el que vive. Cristina le muestra fotografías o hace lecturas que inciten a la escritora a prestar atención, a expresarse. Carmen sale a veces de su silencio con unas palabras y, desde luego, siente el afecto de quienes la rodean.

Cristina llama "música blanca" a la relación sin palabras con su madre. Va redactando un diario en el que escribe lo que imagina que puedan ser los pensamientos y recuerdos de la escritora, sus propios recuerdos y algunos fragmentos de los diarios de Carmen. Su valor es biográfico: nos acerca a lo que Cristina piensa y siente sobre su madre y la vida de ellas dos.

Imagen de cattus

Con buena prosa, Cristina Laforet une dos voces: la suya en segunda persona y la de su madre en primera persona, para mostrarnos retazos de ambas vidas, con la enfermedad, que retuvo a Carmen Laforet durante muchos años y hasta su muerte sin apenas poderse comunicar con los demás, como hilo conductor. Un canto al amor y al cuidado de la madre enferma, un canto al amor de la madre hacia sus hijos, con abundantes referencias a la obra literaria de Carmen Laforet. A pesar de las crisis por las que pasó durante su vida, queda el amor a la vida, al arte, el sentido del perdón y la fe, pues aunque tuvo sus momentos de dudas sobre la Iglesia tras su conversión por los años cincuenta, Carmen Laforet no dudó de Dios y murió reconfortada por los sacramentos. El libro, aunque no sea éste el motivo por el que lo escribe su hija Cristina, es, además, un magnífico alegato contra la eutanasia.