Obras Selectas

Angel Herrera Oria (1886-1968) fue cofundador y primer presidente de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Erigida en 1910, la Asociación iba dirigida a hacer presentes a los católicos españoles en la cultura y la política.

En 1940 -inmediatamente después de la Guerra Civil- Herrera fue ordenado sacerdote, y en 1947 designado Obispo de Málaga. Participó en el Concilio Vaticano II, en la comisión preparatoria del esquema sobre la Iglesia en el mundo (Gaudium et Spes).

La BAC publicó en 1963 una selección de textos de Herrera. Los doce primeros (págs.1 a 162) se refieren a su pensamiento político; son seis anteriores a la Guerra Civil y seis posteriores a la misma.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1963 Biblioteca de Autores Crsitianos
849
B00GZZF01S

El volumen está compuesto por siete secciones. La primera se refiere al pensamiento político del autor.

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La figura de Herrera Oria es importante en el catolicismo español. El autor impulsó el apostolado de los laicos en medio de la sociedad, en el ámbito de la opinión pública y la política, de la cultura y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia. Las circunstancias en las que le tocó desarrollar su labor, especialmente durante la IIª República, fueron de tensión política, radicalización de los partidos, anticlericalismo y amenazas para la escuela católica.

A raíz del advenimiento de la República Herrera procuró la concordia de los católicos con el régimen. Recuerda los consejos que había dado el papa León XIII a los católicos franceses: "Sincera adhesión al régimen [republicano], defensa de los principios religiosos y morales, supeditar las cuestiones secundarias a las capitales y practicar, en sus relaciones mutuas, un sincero espíritu de caridad cristiana" (pág.21). En síntesis, aceptar el régimen y esforzarse por mejorar la legislación. Fue el camino que trató de seguir el autor.

En 1931 Herrera presentó su candidatura a las Cortes constituyentes. El cuerpo legislativo tenía que dotar a la República recién nacida de un texto constitucional. Durante la campaña electoral el candidato proclama: "Mis propósitos no son de obstrucción y protesta sistemática contra la obra del Gobierno, sino ayudar a los hombres que ahora nos gobiernan [el Gobierno provisional de la República] a realizar la Constitución española, que sólo será viable si es obra de todos y una honrada transacción entre las distintas tendencias" (pág.122). Ni Herrera resultó elegido ni la Constitución constituyó una 'honrada transacción'.

El autor critica la resistencia de los católicos a implementar en sus actividades profesionales y económicas la Doctrina Social de la Iglesia. Escribe: "Los extranjeros han formado juicios duros acerca del estancamiento de la España conservadora... Se han regateado los derechos al mundo del trabajo... Urge elevar la condición del jornalero [del campo] y convertirlo en propietario" (pág.120). Después de la Guerra Civil proclama: "No dudo en afirmar, que nuestras clases altas, en conjunto, son de una parte principales causantes de nuestra desgracia" (pág.93).

Es curioso cómo Herrera, que se había pronunciado siempre en términos críticos acerca del nacionalismo, habla en 1931 de separatistas y separadores: "Más temibles que los separatistas de la periferia -afirma- son los separadores del centro" (pág.118). Habían de pasar muchas décadas hasta que volviéramos a oir a hablar de los separadores de Madrid. Por el contrario, Herrera recomienda "máxima comprensión y tolerancia para las justas aspiraciones regionales".

Dos décadas más tarde, en 1952, hablando sobre las guerras europeas, S.S.Pío XII señalaría como la batalla contra los nacionalismos peligrosos había de comenzarse "en la enseñanza de la historia" (pag.133): "El nacionalismo -afirma el papa- mantiene vivos o exagera agravios históricos pasados, ya muertos, que pertenecen a un ciclo histórico cerrado. El agresor, en este caso, es el país que los mantiene". El pontífice recomienta "una investigación histórica precisa, por especialistas de ambas partes, un juicio sereno sobre la historia de las naciones" (pág.133). Esta receta es aplicable igualmente a las tensiones existentes en España entre los nacionalismos periféricos y el resto del país.

También son interesantes las consideraciones que hace el autor sobre la educación católica, el periodismo, la incipiente unidad europea o sobre revolución y reforma, pero no pueden ser extractadas aquí. Si bien hoy gozamos en España de una Constitución consensuada, tampoco parece que se recuerden demasiado otros aspectos de la Doctrina Social de los pontífices; al contrario, parece como si las cosas fueran cada vez a peor, como si la sociedad estuviese cada vez más desarticulada.

La lectura de esta obra no siempre es fácil. Conviene conocer el contexto histórico en los que fueron elaborados los distintos textos. Por alguna razón estos no se han ordenado cronológicamente, lo cual dificulta dicho reconocimiento.