El siglo de las reformas

 

Desde el siglo IV se venía oyendo en la Iglesia el intenso grito de la reforma de la Iglesia, pues la caída de tensión había sido notable y la injerencia del poder civil de Constantino.

Se había pasado de una Iglesia de santos, pequeña, catacumbal y periódicamente purificada con las persecuciones a una Iglesia de masas donde la propuesta era la salvación.

En el siglo XV después de haber superado un cisma, tres papas y el conciliarismo ya no se podía esperar más. La reforma de la Iglesia en la doctrina, espíritu y vida en la cabeza y en los miembros era ya improrrogable.

A lo largo de la mitad del siglo XV hasta la mitad del siglo XVI, se presentaron tres propuestas: dos falsas y una verdadera. De hecho, la reforma de la Iglesia en el concilio de Trento se prolongó hasta el concilio Vaticano II.

La primera podría ser la de los humanistas, que podría centrarse en la figura de Erasmo, Moro y Vives. Hombres cultos, con una teología escasa, pero con grandes conocimientos de las lenguas clásicas, cultos. Interesados por la Sagrada Escritura, los Padres, los autores antiguos. Una Reforma dirigida más a la buena educación y formación que al cambio interior.

El humanismo introdujo un ambiente de desconfianza y frialdad respecto a la Teología y los eclesiásticos. Sus críticas, a veces injustas, y poco positivas, hicieron mucho daño. Además, estudiaron la Sagrada Escritura con métodos más filológicos que teológicos, lo que distanció a los intelectuales de la veneración piedad de la Palabra de Dios.

La segunda propuesta sería la de Lutero: una reforma de la Iglesia que condujo a la reforma de la fe. Por tanto, un camino equivocado que apartó de la Verdad de la Revelación y de la Iglesia a millones de almas. Un fuego devorador que se extendió por toda Europa y rompió la unidad de la Iglesia hasta la actualidad.

 La reforma luterana rompió la mediación de la Iglesia. Entregó la Iglesia al poder civil, eliminó la consoladora gracia de los sacramentos, y sumió a la mitad del pueblo cristiano en la desorientación y en la soledad.

Finalmente, la propuesta de Cisneros y los Reyes Católicos, continuada por Francisco de Vitoria y de la Escuela de Salamanca, se alimentó de la Reforma de las órdenes religiosas y de la Teología de los Controversistas, y de la reforma de las Universidades europeas: Salamanca, Alcalá y Paris, para acabar dinamizando la vida del Concilio de Trento, y la evangelización de América. La creación de un nuevo método teológico: De locis theologicis, que formularía Melchor Cano. Una respuesta positiva y audaz que superará el término contrareforma para convertirlo en Reforma Católica.

La Reforma católica que saldrá del Concilio de Trento tardará en dar sus frutos: la residencia de los obispos, la formación del clero, la unificación de la liturgia, la unidad de doctrina con el catecismo de párrocos.   

José Carlos Martín de la Hoz