Parece una fórmula definitiva y sin discusión, pero la verdad es que hay que dar muchas vueltas a ese concepto, aparentemente ideal, recurrente en ciertos ambientes y rechazado en general. Hoy en día no se plantea casi nadie qué es lo que Dios quiere. Asegurar que “tendremos los hijos que Dios quiera” es algo poco apropiado para la mayoría de los matrimonios. Incluso pensando, a veces, entre matrimonios cristianos. La cuestión es: los padres son responsables de la educación de los hijos y, por lo tanto, tienen que “calcular” lo que es posible, para el bien de ellos.