El perdón es un misterio. En su interior guarda una fuerza curativa que, practicada cotidianamente, permite avanzar en la resolución de los conflictos y ayuda a recomponer las relaciones con los otros.
El perdón no puede nacer únicamente del interior de los seres humanos, como si fuera una actividad más que depende de la habilidad o de los buenos sentimientos. Una simple mirada a la realidad confirma que las personas, por sus propios medios, casi nunca pueden sanar del todo las heridas que se han infligido a sí mismas o a los demás.