Cuenta Adam Zagajewski en Una leve exageración –libro sobre el que espero informar con más detalle cuando haya terminado de leerlo– que, en diciembre de 2006, visitó Cracovia uno de los poetas franceses actuales más afamados, invitado por el Instituto Francés de esa ciudad, y le pidieron que participara en el acto. Al preguntarle Zagajewski sobre el hermetismo de la poesía francesa contemporánea, en la respuesta, el poeta galo, al compararla con la poesía polaca actual, se mostró sorprendido porque muchos poetas tratan de temas cercanos a la teología, y concluyó que en Francia ya hace mucho que reina la convicción de que Dios no existe, y ocuparse de él se considera, excusen el vocablo, una niñería.