Los frutos del cristianismo

 

Con motivo del jubileo del año 2000 san Juan Pablo II quiso hacer balance de la acción de la Iglesia católica en el mundo y resaltaba que el resultado que había obtenido era muy positivo, de modo que nos animaba a levantar el corazón en acción de gracias a Dios por el gran bien realizado.

En primer lugar, se detenía a considerar ese bien en las personas, enseñándoles  a conocer y tratar a Dios y, a través de la gracia de los sacramentos y de la enseñanza de la Palabra de Dios haberles ayudado a ganar la salvación.

También daba las gracias el Santo Padre por la incidencia de los valores cristianos en la cultura, en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, en la ayuda a los necesitados espiritual y materialmente, en el acompañamiento del dolor y en la contribución al desarrollo humano.

Finalmente hacía referencia a la acción de los cristianos en las leyes humanas, el gobierno de las naciones buscando contribuir al bien común y a los derechos de los desfavorecidos y débiles, niños, ancianos, enfermos, la familia. Y por supuesto las manifestaciones del arte cristiano en todas sus abundantes facetas, como la pintura, arquitectura, escritura, etc.

Lógicamente, al estar formada la Iglesia por hombres y mujeres, limitados y caducos, tocados por el pecado original, también se refería el pontífice a la necesidad de pedir perdón y de perdonar los muchos errores cometidos por los cristianos a lo largo de la historia.

Esa petición de perdón personal, se hizo también solemnemente, por el propio Romano Pontífice cuando san Juan Pablo II en una solmene ceremonia el 12 de marzo del año 2000, en la Basílica de San Pedro, sobre la purificación de la memoria, quiso pedir perdón por los pecados de todos los cristianos de todos los tiempos y, especialmente, por el uso de la violencia para defender la fe.  

En un ensayo escrito hace unos años, el profesor y escritor Juan Luis Lorda, recordaba que la esencia del cristianismo es Jesucristo y que cuando el cristiano se encuentra con Jesucristo y convierte su vida en su seguimiento, como el discípulo y el maestro, entonces está en condiciones de profundizar en el sentido de la caridad y la imitación de Jesús en el mandamiento del amor (11-13).

Precisamente ahora que recomenzamos el curso después del paréntesis del merecido descanso del verano vale la pena recordar a los cristianos de hoy, como los del comienzo, que estamos llamados a dar fruto y fruto abundante por el bautismo recibido. En ese sentido recordar los campos de influencia social y espiritual de los cristianos, sirve para estimular nuestro ánimo y espíritu de aventura espiritual y humana.

José Carlos Martín de la Hoz

Juan Luis Lorda, El fermento de Cristo, La eficacia del cristianismo, ed. Rialp, Madrid 2003, 222 pp.

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Quiero prolongar, de algún modo, las palabras de Aita en este artículo. Cuando un mecánico -sea creyente o no- arregla bien un coche está construyendo el Reino de Dios en el mundo, cuando un panadero hace un buen pan o un dependiente atiende a los clientes con amabilidad. Todo ello es el fermento de Jesús. Por ello vale la pena dar las gracias a Dios por sus dones; mostrarse agradecido, creyente, buen hijo y buen hermano de los hombres; porque es lo que Él desea de nosotros.