En la exposición renovada y rejuvenecida del cristianismo que intentó realizar el profesor Romano Guardini (1885-1968) desde que tomó posesión de la cátedra de la Facultad de Teología de la Universidad de Berlín sobre “El significado del cristianismo”, se fijó especialmente en la figura de Jesucristo.

Precisamente, en el libro que ahora deseamos comentar, donde Guardini agrupa varios textos bajo el título de “Libertad, gracia y destino” publicados en alemán, en Mainz, Alemania en 1994 y que ahora se editan en castellano fijaba el mismo objetivo. En efecto, en ellos, una vez más, nuestro autor subrayará constantemente esa realidad central de nuestra fe: la figura amable de Cristo vivo: "El criterio final es la persona de Cristo. Lo que le contradice, lo que no conduce directa o indirectamente a Él. Lo que, pese a hondas liberaciones, purificaciones o espiritualizaciones, aprisiona al final en el mundo, no puede provenir de Dios" (177).

Sobre todo a nosotros cristianos del siglo XXI, llamados a vivir la fe en la vida corriente, con acentos de santidad y de contemplación, como nos ha recordado la Constitución Lumen Gentium del Vaticano II, nos viene muy bien recordar que esa centralidad implica, como dirá san Josemaría, unidad de vida.

Es interesante que el profesor Guardini que escribía antes del Concilio y antes del desarrollo del espíritu del Opus Dei en Alemania, redactaba este estudio pensando en el ejercicio del amor de Dios en el trabajo. Para ello reflexionaba en el trabajo de los primeros siglos, y observaba cómo iba a ser paulatinamente denigrado y tomado como ocupación rastrera para los pobres, los esclavos, los desfavorecidos y aquellos no podían ni alcanzaban vivir de las rentas (192)

Enseguida, es interesante observar la evolución que señalaba Guardini, de cómo en el siglo XX ya se había producido un giro grande y se miraba al trabajo como un deber, en el que "el hombre se sitúa en obediencia a Dios" (193).

También, se referirá al trabajo durante el régimen de los "doce años", es decir el de Hitler y los nazis, durante el cual se consideraba al trabajo no por su contenido sino como "un valor incondicionado, valioso por sí solo" (197).

Finalmente, concluirá: "El hombre debe honrar a Dios y, en ese mismo momento, recobra lo que está por encima de sí y de su trabajo. En la relación con Dios puede conseguir paz interior y encontrar de nuevo el ritmo interior de la vid, que vibra en el clima de lo eterno, que no está ligado a finalidades" (198).

José Carlos Martín de la Hoz

Romano Guardini, Libertad, gracia y destino, ediciones Palabra, Madrid 2018, 336 pp.