Por qué soy católico (Chesterton)

La única duda que me ha planteado "Por qué soy católico" es si "por qué" debe escribirse junto o separado; el resto me ha encantado. Chesterton escribió mucho, al fin y al cabo era periodista. Llama la atención un periodismo sin fecha de caducidad y probablemente se deba a que el autor se dedicó a informar sobre la verdad permanente, no sobre ese espejismo al que llamamos actualidad. G.K. tampoco fue un iluminado que se encerrase para escribir libros grandiosos, sino que escribía en los bares y en cualquier lugar donde encontrase una superficie plana. Escribía para comer, vestirse y mantener a su esposa. Su gran problema era el orden o más bien el desorden. Dada la variedad de la temática que abordó, algunos lectores se han acercado a él a través de sus novelas de misterio, pero éstas no son más interesantes que, por ejemplo, las novelas del inspector Maigret, de Simenon. Otros se han referido a sus novelas en clave, tales como "Ortodoxia", "La esfera y la cruz" o "El hombre que fue jueves"; pero éstas resultan difíciles de comprender y tienen un tono general decimonónico. Hay quien ha alabado sus escritos biográficos e históricos como "San Francisco de Asís" o "Santo Tomás de Aquino", que para mí resultan incomestibles. "Por qué soy católico" es una recopilación de escritos apologéticos sobre la cultura cristiana, el sentido de la religión, de la verdad y del hombre. Es una teología sin un teólogo; un ejercicio de sentido común que hubiera interesado a Sócrates y encantado a Santo Tomás. Como cultura cristiana es literariamente brillante, universal en sus temas e incisiva en sus argumentos. Lo que Chesterton realmente domina es la crítica literaria y, en un sentido más amplio, la crítica de libros, la cual le permite exponer sus propias ideas. La pregunta que se suscita es cómo un hombre convertido al catolicismo en su madurez puede manejarse con tanta facilidad por los conceptos sin resbalar. La respuesta quizá esté en la gran inteligencia del autor; en su humildad que le llevó a estudiarse el Catecismo de la Doctrina cristiana, como un párvulo, antes de ser recibido en la Iglesia católica; en su sentido común y del humor que son otros nombres que recibe la humildad. O, por último, en su "anima naturaliter christiana" que, junto a todo lo anterior, hizo maravillas en Chesterton. Si hay que ponerle algún "pero" es este volumen es que resulta demasiado extenso. La tentación de abandonarlo a la mitad -dado que es una recopilación de ensayos- es muy fuerte.