De corazón y alma (1947-1952)

En "De corazón y alma" nos damos de bruces con dos escritoras de excepción, dos mujeres que entregan hasta el tuétano del espíritu en sus palabras, dos pioneras cada una en su generación, defensoras de la libertad del individuo para ser y sentir; la una, Elena, a las puertas de la muerte batiéndose con el sufrimiento, y la otra, Carmen, en el fulgor de su carrera literaria, apremiada por el éxito y la necesidad de recogimiento interior.

Estamos ante un libro revelador como pocos, trenzado de cartas que rebosan hondura y verdad por sus cuatro costados, y que nos llevan como el viento a las hojas de la vida a la muerte, de la duda a la certeza, de la alegría a la tristeza, y de la literatura a la vida. "Verdaderamente la quiero y me quedo asombrada de ello. Su divina humildad diciendo (¡usted que es en estos momentos la primera escritora española!) que aprendió a escribir de mí... me conmueve hasta los huesos." Elena Fortún da comienzo así en 1947 a este epistolario con la joven escritora Carmen Laforet, reciente ganadora del Premio Nadal, que muestra su admiración amorosa y devota a la creadora de Celia que tanto le había inspirado.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2017 Fundación Banco Santander
144
978-84-16950-44
Valoración CDL
4
Valoración Socios
3.6
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Género: 
Tema(s): 
Libro del mes: 
Diciembre, 2017

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Intercambio de cartas entre Elena Fortún y Carmen Laforet. Un tesoro literario casi recién descubierto después de una ardua investigación llevada a cabo por la familia de Carmen Laforet.  Cristina y Silvia Cerezales Laforet, sus hijas, prologan la obra con gran maestría.

Recuerdos, recomendaciones literarias y no literarias, vivencias, estados de ánimo, intimidades en definitiva, que las dos excepcionales escritoras se van transmitiendo desde la distancia y sus muy diferentes circunstancias vitales.

Muy recomendable, no tiene desperdicio.

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La correspondencia entre ambas escritoras nos permite profundizar sobre determinados extremos de la vida de Carmen Laforet: a) Conversión. b) Problemas económicos y escritura.c) La relación con su marido y supuestas tendencias lésbicas.

Carmen no pone fecha a sus cartas, pero por las de Fortún sabemos que fue en diciembre de 1951 cuando la escritora experimentó esa conversión. Acababa de celebrar una entrevista con Lily Alvarez y caminaba por la calle cuando afirma: "Me di cuenta de que mi visión del mundo estaba cambiada totalmente (...) Rezo el Credo por la calle sin darme cuenta. Cada una de sus palabras son luz (...) todo es verdad. La verdad me ha traspasado, me ha cambiado en una hora, en unos minutos de mi vida. Es verdad, Elena... ¡Y esa verdad ha venido a mí! (carta 39). Y Elena confiesa: "El milagro es divino. Yo he pedido mucho su Gracia y te la ha dado" (c.40).

Lo que más preocupaba a Laforet en esa época era la cuestión económica (c.34). En aquella época en España los sueldos eran muy bajos y Carmen, con sus ingresos de escritora, tiene que mantener a tres hijas (después serían cinco), dos sirvientas y una casa. Mientras que Elena Fortún la considera "la primera escritora española" (c.1), élla reconoce que escribe para comer, que sus colaboraciones en las revistas son puramente mercantiles y termina confesando que "odia" la novela recien terminada, que es "La isla y los demonios" (c.4). Fortún le responde: "Yo rezo para que tenga tu marido un trabajo bien remunerado" (c.37).

Las dificultades económicas también explican el distanciamiento respecto de Manuel Cerezales. Este parece incapaz de mantener a su familia, pero no se abstiene de opinar sobre la actividad literaria de su esposa. Todavía en el año 1951, la autora mantiene que "quiere con ternura a su marido" (c.12). Elena Fortún, en su carta del 29 de diciembre que piensa que puede ser la última, recomienda a su amiga "que quieras a tu marido con la ternura de ahora" (c.40). Este intercambio de deseos parece excluir las tendencias lésbicas que algunos suponen en ambas mujeres.

La obra no me ha gustado. De hecho la evolución de Laforet en la realidad fue muy negativa, como se puede comprobar en la biografía escrita por su hija. Su conversión se fue diluyendo como un azucarillo en el agua en la medida en la que crecían sus dificultades personales.

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Estamos ante la recopilación de una correspondencia muy personal y excepcional. El género epistolar, además de señalarse por su calidad literaria, encierra y descubre el interior de la persona mostrado lo más noble y grande de la dignidad humana, que aflora con sencillez y belleza a lo largo de esa relación donde cada persona vierte lo mejor de sí.
Además, estas líneas testimonian cómo la literatura de verdad, con ese contenido humano maravilloso, que encierra la vida aunque parezca muy ordinaria, como sucede con Elena Fortún, siembra esa semilla genuina que enriquece a los lectores abriéndoles horizontes insospechados, como en este caso ocurre con Carmen Laforet, que no se priva de reconocer que, desde mucho antes de esta relación personal, Elena a través de sus personajes era ya su amiga y confidente.
La amistad es entrega generosa, como se palpa siguiendo el epistolario de estas dos escritoras: es la preocupación, el desvelo sobre el acontecer de todo lo que atañe a la vida de la persona amada. En su situación de enfermedad grave, que le llevará a la muerte, Elena reverbera un espíritu cristiano que hace mella, y posibilita que germine en Carmen, su retorno, el redescubrimiento de la fe, del amor de Dios.
Los frutos en Carmen son patentes: su vida ha cambiado de sentido y, pese a las dificultades de la vida, se siente firme, segura y hace lucir una esperanza que la llena de alegría.
Hay que tener sumo respeto al leer este epistolario donde queda plasmada la intimidad de estas dos escritoras de verdadera categoría.
 

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Es un descubrimiento excepcional y hay que agradecer a la familia Laforet el empeño por encontrar las cartas enviadas por Carmen a su amiga Elena. Un descubrimiento de grandísimo interés, pues no se trata ya de libros que haya escrito una autora u otra, en este caso nos encontramos con la intimidad de estas dos autoras, su sensibilidad, su pensamiento en los aspectos más importantes. No es fácil encontrar una narración autobiográfica tan interesante del descubrimiento de lo sobrenatural en ninguna persona, pero menos en una escritora de primer orden. Es estremecedor encontrarse con lo trascendente y describirlo. Al tener la persuasión de que Elena estaba rezando por ella, sentía la necesidad de contárselo cuanto antes. Imaginamos que a su marido le contaría cosas semejantes, pero la suerte que nosotros hemos tenido es que lo escribiera, que haya quedado escrito.

Imagen de José Ignacio Peláez Albendea

Epistolario de estas dos grandes escritoras que fueron Carmen Laforet y Elena Fortún, seudónimo literario de Encarnación Aragoneses, la autora de los libros de Celia, Cuchifritín, etc. Ilumina de un modo muy elocuente algunos aspectos de los últimos cinco años de vida de Elena Fortún, la última parte ingresada en el sanatorio Puig de Olena, de Centellas (Barcelona) por el cáncer de pulmón y tuberculosis que padeció. Y también esos cruciales años de la vida de Carmen Laforet, en los que experimentó una conversión religiosa, que más tarde trasladaría a su novela La mujer nueva.

Son cuarenta y seis las cartas seleccionadas y el arco de tiempo que abarcan es desde el 1 de febrero de 1947 al 25 de enero de 1952, cinco años. Catorce de ellas proceden de la pluma de Elena Fortún y treinta y dos de Carmen Laforet. Algunas son muy breves, de apenas unos pocos párrafos, y otras son más largas.

Su contenido refleja la amistad que unió a estas dos escritoras, que se vieron muy pocas veces personalmente, pero que llegaron a una gran admiración y afecto humano y espiritual. En sus cartas, Carmen Laforet manifiesta cómo creció leyendo los inolvidables relatos de Celia y los demás personajes creados por Elena Fortún, y cómo le ayudaron a comprenderse a sí misma y al mundo que le rodeaba

En las cartas salen las vicisitudes de la joven madre que era Carmen Laforet en la educación de sus hijos, cómo avanza en la escritura de su segunda novela La isla y los demonios, su relación con amigas comunes escritoras… A medida que avanza el epistolario, las dos escritoras pasan de una admiración literaria a una amistad cada vez más profunda. Elena Fortún le dice que “reza por ella todos los días”. A partir de esta carta, la número 20 del epistolario, comienza un hondo diálogo espiritual, una conversación sobre Dios, el sentido del dolor y la enfermedad, la maduración de la persona a través de “una cierta poda” en los gustos y deseos, las lecturas de san Agustín, santa Teresa, san Francisco de Sales, Dostoievski, Berdiaiev, Leon Bloy, etc.

Momento decisivo es el encuentro y amistad de Carmen Laforet con Lilí Álvarez, que le anima a tomarse más en serio su fe cristiana, fe que ya tenía Laforet, pero muy sentimental y poco formada. El trato con la famosa tenista y la correspondencia con Elena Fortún le prepara para un encuentro con Dios de enorme intensidad, que le lleva a una conversión y cambio de vida, a la frecuencia de sacramentos, y a plantearse la escritura de la gran novela que es La mujer nueva, en la que refleja literariamente su propia conversión. Esta novela fue Premio Nacional.

Algunas cartas son bellísimas y alcanzan los niveles de la gran literatura.