Escribir sobre la felicidad

 

Afirma Graham Greene, en El final del affaire (Libros del Asteroide, 2019), que la infelicidad es mucho más fácil de narrar que la felicidad, y quizá tenga razón si nos fijamos en muchas de las novelas más destacadas del siglo pasado y de lo que va de este. Parece que se desconfía del bien, se lo pone bajo sospecha, como si no fuera posible, y nos ofrecen a menudo protagonistas escépticos en el mejor de los casos, y a otros siempre quejicosos e incluso cínicos, que es una conducta mucho peor. Son las consecuencias del relativismo nihilista, patente en muchos ambientes culturales, que lógicamente se manifiesta en la literatura, en el cine, en el arte...

Las obras literarias, desde sus orígenes, han versado muy a menudo sobre el bien y el mal, nos han ofrecido historias trágicas junto con otras más optimistas, pero sin renegar de la posibilidad de la felicidad. Si uno se fija en la Odisea, por ejemplo, no deja de ser, en cierto modo, un tratado de las virtudes fundamentales, que son indicadores para alcanzar la plenitud humana, como ha expuesto José Ramón Ayllón en el magnífico ensayo Desfile de modelos (Rialp, 1998). En el Quijote, además de las risas que suscita, qué sabiduría, qué riqueza de matices antropológicos encontramos con una perspectiva claramente cristiana, aunque no se oculte el mal y sus consecuencias. Qué decir de Los novios de Manzoni, por poner otro ejemplo de calidad incuestionable. También Dickens, que tanto denunció los abusos e injusticias de la industrialización del siglo XIX, nos presenta, sin embardo, a personajes capaces de hacer el bien, a pesar de las dificultades, y de vivir con esperanza y optimismo.

Parece razonable la pregunta que se plantea George Steiner, profesor y crítico recientemente fallecido, en Gramáticas de la creación: ¿puede, podrá el ateísmo suscitar una filosofía, una música o un arte de envergadura? Comparto esa duda.

Luis Ramoneda

Graham Greene,  El final del affaire. Libros del Asteroide, 2019