Decía Miguel Delibes hace años en una entrevista que su novela El camino nació de pie y se refería a la facilidad con que salió de su pluma y al éxito inmediato que logró al ser editada y luego tantas veces reeditada. Hay libros con los que se produce una especial simpatía entre el autor y el lector, libros redondos, que parece que se han escrito sin esfuerzo, aunque no siempre haya sido así. Libros que a uno le habría gustado haber escrito.

Esto me ha pasado con la lectura reciente de La librería ambulante de Christopher Morley (Periférica), escritor contemporáneo de Francis Scott Fitzgerald; una novela que te atrapa, una historia de amor que tiene una originalidad y frescura muy atractivas. Buena prueba es el éxito de la traducción al castellano, con nueve reimpresiones entre 2012 y 2015.

Sin pretender ser exhaustivo, ni mucho menos, y ciñéndome solo al campo de la narrativa, se me ocurren otros títulos que podrían incluirse en ese tipo de libros, generalmente breves, que abren el apetito lector y lo fomentan: El sombrero de tres picos de Pedro Antonio de Alarcón; Castilla y otras islas de Jesús del Campo; Diario de un cazador de Miguel Delibes; Retrato de la madre joven de Friedrich Christian Delius; El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez; 84, Charing Cross Road de Helene Hanff; El viejo y el mar de Ernest Hemingway; Verde agua de Marisa Madieri; Peñagrande de Miguel Martín; Estaciones de Mario Rigoni Stern; La plaza del Diamante de Mercè Rodoreda; Las cosas del campo de José Antonio Muñoz Rojas; El remo de 34 de Joaquim Ruyra; Industrias y andanzas de Alfanhuí de Rafael Sánchez Ferlosio; La comedia humana de William Saroyan; La perla de John Steinbeck; El sendero en el bosque de Adalbert Stifter;  Una letra femenina azul pálido de Franz Werfel; El puente de San Luis Rey de Thorhton Wilder… Seguro que otros lectores podrán añadir a estos otros muchos títulos altamente recomendables.

Luis Ramoneda