El Imperio

El autor nos ofrece un fascinante relato de recuerdos y exploraciones de la Unión Soviética absolutamente imprescindible, un fascinante reportaje polifónico, uno de los grandes libros de la década. Kapuscinski realizó entre 1989 y 1991 un largo viaje por los vastos territorios de la Unión Soviética. En esos años decisivos, cuando el imperio presentaba ya síntomas de derrumbe, este implacable e incisivo cronista de su siglo visitó quince repúblicas y habló con cientos de ciudadanos acerca de las extraordinarias experiencias que les había tocado en suerte vivir y sobre el terror del cual estaban saliendo. Este libro es el producto de una carrera contra el tiempo para atrapar la memoria de los anónimos protagonistas de la Historia antes de que los terribles y pasmosos acontecimientos de esos años entren para siempre en el pasado.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2009 Anagrama
397
978-84-339-7283-5
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.666668
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Cada libro de Kapuscinsky gusta más que el anterior; su prosa tersa y sin complicaciones; el interés que pone en los aspectos más humanos de la realidad; la forma que tiene de ser protagonista de sus propias crónicas sin que el lector repare en ello. Kapuscinsky se presenta como un observador de lo humano y lo inhumano, de lo curioso y lo cultural. En “El Imperio” pasa revista a sus relaciones con el gran imperio soviético. El libro se inicia con la invasión de Polonia por la URSS en 1939, cuando el autor era sólo un niño y su padre tuvo que huir a los bosques. Su primer recorrido a través de la URSS se produce en 1958, cuando viaja de Pekín a Moscú en el ferrocarril Transiberiano. En 1967 –el autor lo sitúa en la era Breznev- viaja por las Repúblicas no rusas de la URSS. Algunas no hace ni un siglo que han sido anexionadas a Rusia y conservan las huellas de su pasado esplendor, de un medievo cristiano o musulmán, o de la prosperidad que, en su momento, supuso la explotación de los pozos petrolíferos. Kapuscinsky busca personas concretas que le hablen del pasado y del presente: músicos, artistas o escritores desconocidos en Occidente. El gran viaje del autor se produce en 1989, cuando con Gorbachov algo empieza a moverse en la Unión Soviética. Kapuscinsky no sería quien es si no quisiera comprobarlo sobre el terreno. Pretende visitar las repúblicas rusas de la Unión Soviética y especialmente aquellos lugares que pasaron a la historia por el sufrimiento y la represión. Visita las minas de carbón de Vorkutá, en la República de Komi, más allá del Círculo Polar, donde el periodista está a punto de morir extraviado en la nieve; o las minas de oro de Kolimá-Magadán en la Siberia Nororiental. En 1990 visita Nagorno Karabaj, enclave armenio en la República islámica de Azerbaiyán. La crónica de esta visita es lo más duro y conmovedor del libro. En las montañas de Nagorno Karabaj se refugiaron miles de armenios huyendo de la matanza perpetrada por los turcos en 1920. Ahora Nagorno Karabaj ha quedado como una isla de cien mil cristianos en medio de una República islámica. Ambas comunidades se odian y desean eliminarse entre sí. “Somos la frontera oriental de la cristiandad”– señalan los armenios. Nagorno Karabaj está cerrado a visitas llegadas del exterior por el Ejército ruso, que desarrolla una labor de interposición entre ambas comunidades; por eso Kapuscinsky viaja disfrazado de piloto de Aeroflot con la complicidad de los armenios, que quieren que cuente lo que está sucediendo allí. Ante un espectáculo tan deplorable el autor concluye que, desaparecido el comunismo, los peligros que acechan al mundo, incluida la antigua Unión Soviética, son el nacionalismo, el racismo y el fundamentalismo religioso.

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Aunque el polaco Kapuscinski diga al comienzo de su libro que no se trata de una historia de la caída del comunismo en Rusia, en realidad este libro de viajes termina por serlo. Con habilidad y frescura narra en pequeñas anécdotas de sus viajes en 1989 y 1990 la situación de gran parte de la URSS y de la CEI. El arranque es verdaderamente genial.