Nosotros, los modernos

Finkielkraut es profesor de filosofía en la Escuela Politécnica francesa, además de uno de los intelectuales actualmente más polémicos en el panorama cultural; sencillamente porque no dice lo que todos dicen.

En este libro nos habla de quiénes somos, hace emerger la identidad del posmoderno como hijo del moderno. Nos dice de dónde venimos y nos advierte del peligro que corremos de seguir siendo modernos si "matamos al padre", si perdemos el contacto con ese pasado que nos permite estar hoy en este mundo, con sus bienestares y sus amenazas.

Como decía De Lubac, "la muerte de Dios supone la muerte del hombre". Como decía Giussani: "nadie puede ser padre si antes no ha sido hijo". Como dice Botturi: "la libertad es humanamente descubierta en una relación con otra libertad que nos reconoce gratuitamente." Es decir, que la autoridad no es la hipoteca sino la posibilidad de la libertad del hombre.

La tendencia de nuestros tiempos es la de no pertenecerse más que a uno mismo, mientras que Finkielkraut reclama la pertenencia a un relato occidental del que nos da las claves para su lectura.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Encuentro
309
978-84-7490-792-6
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3
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Finkielkraut a lo largo de este libro nos muestra el problema y la virtud de la modernidad, señalando la exclusión en nuestra cultura de la figura de la “autoridad”, entendida como “acontecimiento de síntesis experiencial” – que diría Botturi – es decir, como propuesta atractiva y viva de un tradición que da una hipótesis de significado para la vida.

La tendencia de nuestros tiempos es la de no pertenecerse más que a uno mismo, mientras que Finkielkraut reclama la pertenencia a un relato occidental del que nos da las claves para su lectura. Frente al olvido y los mezquinos relatos publicitarios que sumen al hombre de hoy en la auto-contemplación narcisística, y que condenan sus deseos de realización personal a los múltiples métodos de fuga de la realidad a los que se tiene que entregar para intentar, infructuosamente, satisfacerse, Finkielkraut nos reclama a la memoria, a un pasado no entendido como destino sino como testamento de un padre que, con todos sus defectos, nos permite entendernos como hijos de Occidente.

Y todo ello sucede a través de una narrativa apasionada, amena, propedéutica, pensada para llegar a todo el que quiera escuchar un mensaje realista y sombrío pero legítimamente esperanzado, que parece que es el que la diáspora judía en Occidente nos está legando con cuentagotas. Por eso, cuando leemos a Finkielkraut no podemos dejar de pensar en Arendt, Levinas, Steiner, Postman, Bauman,...