Parece un hecho demostrado que las primeras palabras de un libro son muy importante para captar al lector, y suelen citarse como paradigmáticos el comienzo del Quijote o el de Moby Dick o el de Memorias de África o el del magnífico relato de Clarín ¡Adiós, Cordera!, entre otros muchos. Pero también sucede que, a veces, un libro nos atrae simplemente por el título o por la portada, de ahí la importancia del cuidado de las ediciones –es evidente que en los últimos años la calidad ha mejorado mucho–, aún más, si cabe, en la sociedad de la imagen en la que nos movemos.