“Desde que puedo recordar, siempre me he sentido atraído por Jesús. Durante la adolescencia quise convertirme al cristianismo. Pero sabía que sería un escándalo, porque cuando un judío se convierte, su familia, aunque no sea religiosa, lo vive como una traición.
Los caminos de Dios son misteriosos: quería ser cristiano, pero me hice judío ultraortodoxo y luego judío hasid. Mi corazón me llevaba hacia Jesús, pero mi cabeza se resistía y mi identidad judía pesaba más. Un día, por fin, después de un largo camino, Dios retiró el velo de mis ojos...”