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Deseo de trascendencia

La autora de “Feria” nos cuenta que su padre es ateo, su madre agnóstica, por no decir simplemente “no practicante”. Pero su abuela María Solo es católica practicante. Y ella, la autora y protagonista, con el tiempo, ve más atrayente lo de la abuela y decide hacer la Primera Comunión, con el monumental enfado de su padre, que no es precisamente un hombre dejado, ignorante, sino que es más bien un ateo practicante. Ateo monoteísta, dice Ana Iris constantemente, lo que ha oído decir a su propio padre.

Amor y desamor

Está de moda “Feria” de Ana Iris Simón, así que lo he leído. A veces es inútil quedarte al margen, cuando te llega por aquí o por allá ¿no has leído “Feria”? Solo puedo decir que me alegro de haberlo leído y no queda más remedio que decir que es único, como la Mancha. Ana Iris es de Campo de Criptana, pero de punta a cabo, sin disimulo ninguno.

Historia de casi todos los libros

He leído la primera parte de “El infinito en un junco”, o sea, algo más de la mitad del libro, que tiene 450 páginas. Me han dicho que es la mejor. Ya veré si leo la segunda. Es uno de esos libros que lees porque lo ha leído mucha gente y le han dado el premio al libro más leído el año pasado en España, etc.

¿Hablar de Dios?

“¿Cómo hablar de Dios hoy?” Podría ser el título de una charla o conferencia, pero es un libro, de hace ya unos pocos años, de un personaje ya bien conocido por sus muchas obras, Fabrice Hadjadj. Rompedor y sugerente en muchas de sus obras, en esta, desde el principio, se advierte una línea más seguida, más clásica. El motivo, seguramente es que procede de una conferencia pronunciada en 2011 en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para los Laicos.

La compañía de la muerte

Después de un año de epidemia, quien más quien menos tiene la experiencia de la muerte de algún ser querido, de alguna persona cercana, de alguien de la familia. Esto le puede pasar a una persona, sobre todo de cierta edad, que ve como sus amigos mueren, porque han llegado a una edad de riesgo y, podríamos decir, es lo natural. Pero lo que nos está ocurriendo estos días es algo inédito. Hay que mirar a las últimas guerras, y eso no lo hemos pillado los de esta generación, para pensar en algo parecido.

De nuevo, el amor

Me ha sorprendido el último libro de Montiel por su perspicacia para entender los problemas de fondo de nuestra sociedad, que no son ni la pandemia, ni las dificultades económicas. Lo explica así: “Un insecto metálico sobrevuela tu casa. Medio centenar de vidas a una altura superior a la del monte Fuji mientras las nubes rezan debajo de sus asientos, perplejas ante la prisa del aparato. Imagina a los antiguos cartógrafos, la cara que pondrían si pudiesen abrir sus tumbas y contemplar desde arriba las fronteras del mar. Su sorpresa al conocer el dibujo de las islas. Ver un mundo tan señalizado con tantos hombres perdidos. Porque, si bien sabemos construir aparatos capaces de la velocidad, pantallas táctiles y robots que simplifican nuestras vidas, hemos descuidado el alma. Velados por una soberbia que ha cebado nuestros hallazgos, se nos ha olvidado el corazón”(p. 33).

En el fondo de la pandemia

He ido a rezar ante el féretro de un amigo -la pandemia cierra también los féretros- y he coincidido con sus hijas en que hemos rezado mucho para que se curara -hace un mes estaba perfectamente- pero que en realidad rezábamos por nosotros, porque nos quedamos huérfanos; en cambio de él sabemos que está a buen recaudo. Era un hombre muy bueno. Pero el coronavirus no perdona a nadie.

La riqueza es la familia

Es la conclusión a la que se llega hoy en bastantes ambientes occidentales en los que, durante decenios, se ha buscado el dinero a costa de todo. Las rupturas familiares han sido lo más habitual en muchos países ricos, porque lo que predomina es el egoísmo del individuo solitario, y más desde que el feminismo impulsó a muchas mujeres a desentenderse de su vocación de madre.

Espiritualmente pobres

No es lo mismo la idea de pobres de espíritu, que son bienaventurados, según las palabras de Jesús, recogidas en el evangelio de San Mateo, que los espiritualmente pobres. Estos abundan más que los otros. Ser pobre de espíritu supone una actitud de desprendimiento de los bienes de la tierra, algo difícil de conseguir en el ambiente occidental donde prima la riqueza y el vivir bien sobre otro cualquier valor. Así que bajo esa descripción hay pocos bienaventurados.

Oír misa entera…

 

Es una expresión que borraría de los catecismos y libros de espiritualidad, porque es manifiestamente empobrecedora. Los católicos, cuando vamos a la iglesia los domingos, o cualquier otro día de fiesta o no fiesta, no vamos a oír: vamos esencialmente a participar, porque tenemos alma sacerdotal. Vamos a unirnos a la cruz de Cristo, con afán redentor, y vamos a recibir el cuerpo de Cristo.

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