Correr tras el propio sombrero

Al leer a Chesterton nos embarga una peculiar sensación de felicidad. Su prosa es todo lo contrario de la académica: es alegre. Las palabras chocan y se arrancan chispas entre sí, como si un juguete mecánico hubiese cobrado vida de pronto, chasqueando y vibrando con sentido común, esa maravilla de maravillas. Para él, el lenguaje era como un juego de construcciones con el que montar teatros y armas de juguete.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2005 El Acantilado
632
978-84-96489-27-1
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.666668
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Colección de artículos periodísticos de G.K.Chesterton dividida por grupos temáticos. El autor los califica como ensayos; yo diría que son artículos de revista de las dos que Chesterton fundó y dirigió. Varios de sus apartados son de contenido literario: “Escribir mal”, “El pobre Shakespeare” y “Defensa de las novelas de detectives”. G.K. es el rey de la paradoja, de ahí también los subtítulos de “La paradoja andante” y “Defensa del absurdo”. Sus biógrafos describen a G.K. como un gran discutidor, característica que sabía hacer compatible con una gran amabilidad y la cortesía. Dio conferencias conjuntamente con Bernard Shaw que era en todo su antítesis: socialista, agnóstico, vegetariano y abstemio. El público acudía a verlos discutir pero ellos se apreciaban sinceramente. Chesterton le dedica el artículo “Shaw, el filósofo”. Pienso que G.K. encontró en la contradicción y en la paradoja el camino para oponerse a lo que hoy llamaríamos pensamiento único o cultura dominante. Se da además la circunstancia de que el Evangelio está lleno de paradojas (p.e. las Bienaventuranzas), lo que el autor no deja de señalar. Él es religioso pero no razona a partir de la religión sino que llega a ella a través del hombre. Es conocida su afirmación de que cuando el hombre no cree en Dios termina creyendo en cualquier cosa. Puestos a tener fe prefiere creer en Dios antes que en las modas culturales, y en las tradiciones más que en las ideologías. Se apoya en la mentalidad del hombre común y en las tradiciones inglesas para impugnar los –ismos que florecieron en su tiempo. Como gran observador descubre enseguida cualquier punto débil en una ideología e ironiza sobre él. Su forma de razonar proporciona libertad al lector, al ofrecerle puntos de vista nuevos y poco trillados, pero tiene un inconveniente y es que cansa. Sus novelas de detectives mezclan la intriga del relato con la reflexión y la paradoja, por medio de la cual el protagonista acierta a solucionar el crimen, pero una colección de ensayos en la que el autor recurre sistemáticamente al mismo recurso dialéctico cansa al lector. Por la misma razón Chesterton es parco en elogios -diríamos que los da por descontados cuando no critica-, por eso disfrutamos al tropezar con dos artículos apreciativos sobre la obra de Dickens “Los papeles póstumos del club Pickwik”. Chesterton vivía de escribir y escribía rápido, lo que él califica como “buenas ideas echadas a perder”, por eso los ensayos incorporados a este volumen tienen sólo el valor de una introducción a las diversas cuestiones, introducción que es especialmente estimable cuando aborda asuntos literarios. En los demás casos es de apreciar el peculiar modo de razonar del autor, al cual ya nos hemos referido, y en un par de ocasiones nos obsequia con artículos divertidos, como por ejemplo “De mudanzas”. Los ensayos son de distinta longitud y se leen fácilmente, siempre que no nos impongamos la obligación de leerlos todos seguidos.