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Lamentable opción benedictina

Es el calificativo más moderado que se me ocurre, y me preocupa de este libro que haya tenido cierto éxito. Se publican muchas tonterías que, a Dios gracias, nadie lee. Pero me da pena que se haya dado bombo a este libro tan dudoso. En todo caso, estoy casi seguro de que muchos de los que lo han comprado no lo habrán leído más que en las primeras páginas. Quizá  suficientes páginas como para desorientar a algún lector cristiano bien intencionado.

A la sombra de los santos

¿Quién no ha leído alguna vez vidas de santos? De pequeños nos leían o contaban historias entrañables en las que sobresalía un niño o una mujer, con rasgos de santidad desde casi siempre. Luego, a lo largo de los años y dependiendo de cuanto hayamos leído, hemos conocido otras historias que, normalmente, mostraban a una persona que había luchado por llegar a ser ejemplar. De todo hay.

Smartphone, un reto

Es sorprendente hasta dónde puede llegar la irresponsabilidad en muchos padres. Quizá el medio más claro de deseducación en nuestros tiempos es el móvil. No habrá ningún educador, o al menos ningún educador con dos dedos de frente, que aconseje dejar al niño con el smartphone, así, sin más.

España vaciada

Se habla mucho de este problema, de esta situación que, a simple vista, da pena. Que haya regiones que se van quedando sin población, pueblos que mueren por escasez de habitantes. En la última novela de Jesús Carrasco, aunque directamente no se trata de esto, indirectamente está muy presente. La distancia generacional, realidad tan frecuente desde hace ya bastantes años, el hecho de que los hijos casi nunca se quedan en el pueblo, sobre todo si han tenido unos estudios superiores.

Dante Alighieri, 700 años

Celebramos en estos días el séptimo centenario de la muerte del gran escritor italiano. Tenemos un cierto conocimiento de los diversos libros que escribió: “Vida nueva”, “Monarchía”, “Libro de los poemas”; pero pensar en Dante es pensar en la “Divina Comedia”, la obra que le ha hecho mundialmente famoso y un ídolo en Italia. Pero también puede ocurrir que, buscando, nos encontremos con un libro titulado “El infierno”, o “El Paraíso”, o innumerables obras sobre… las diversas partes de esta obra maestra. Como los comentarios interesantísimos de Nembrini: “Dante. Poeta del deseo. El infierno”, y así siguiendo.

Manifiestamente sacerdote

Tengo la impresión de que cada vez se ven menos sacerdotes vestidos de tales por las calles de Madrid. Quizás es por eso por lo que, al ir por la calle, con mi traje negro y alzacuellos bien visible, tenga experiencias curiosas y variopintas. Lo que sí está claro es que a la mayoría de las personas les llama la atención encontrarse con un cura reglamentario.

Comedia del amor

Estamos celebrando el séptimo centenario de la muerte de Dante y si alguien se refiere a la Divina Comedia, de inmediato se piensa en una obra medieval, obra clásica de la que algo sabemos o hemos leído. Si volviéramos a nombrarla -como se ha hecho en la estupenda edición de Acantilado- con su título original, nos quedaríamos con “Comedia”, y parece que dice menos, sobre todo porque en castellano cuando oímos hablar de comedia pensamos en una obra humorística.

Campamentos de perversión

Desde tiempos muy lejanos existe la costumbre de enviar a los niños a campamentos de verano. Es un medio adecuado que permite llenar los días de vacaciones de los hijos cuando los padres siguen con su trabajo. Habrá además otros muchos motivos para enviarles a estas organizaciones.

El poeta del deseo

Releyendo la Divina Comedia en una edición que titula simplemente “Comedia”, que es el título original, he descubierto, gracias a mis amigos tertulianos, a un comentarista italiano, Nembrini, gran experto en esta obra. Él dice que Dante es el poeta del deseo y hace ver un detalle en el que nunca me habría fijado: los tres libros, Infierno, Purgatorio y Cielo, terminan con la misma palabra: estrellas. Ni que decir tiene que cuando uno lee semejante cosa lo más normal es ir corriendo a comprobarlo.

El valor cultural de las librerías

En mi barrio había una pequeña librería con un sabio dentro, el librero, que sabía lo que tenía sin mirar en medios técnicos, que no tenía, y que, sin haber leído todos los libros que allí guardaba, sí se hacía bastante cargo de sus contenidos. Daba gusto ir por allí, tanto si buscaba un título concreto como si necesitaba “algo” para el verano. Hace ya tiempo que se jubiló, supongo, y que aquella librería, que era una referencia importante entre los vecinos, quedó cerrada para siempre. Ahora tengo que ir un poco más lejos para encontrar algo parecido. La de mi barrio murió.

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