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Rogativas

Han saltado las alarmas, hay poca agua en los embalses, llevamos tiempo con muy poca lluvia y las perspectivas a corto plazo no son halagüeñas. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? La última primavera fue de las más lluviosas de los últimos años y estábamos felices de ver los pantanos llenos. De pronto, en verano, nos dimos cuenta de que, repentinamente, el nivel del agua había caído muy notoriamente. Los que vamos al monte con frecuencia observamos estos fenómenos semana a semana.

La soledad

En el que, según mis datos, es el último libro de Jesús Montiel, “La última rosa”, encuentro este párrafo que solo puede encontrarse en un libro clarividente y brillante: “Mi hija está jugando sola. O mejor: la acompañan sus muñecos, a los que insufla vida con su imaginación. Ningún niño del mundo juega solo. Nadie puede respirar sin un tú a su lado, desde el nacimiento. Únicamente se vive en singular en el infierno” (p. 79).

El poder del ejemplo

Se ha editado recientemente un espléndido libro de Javier Aguirreamalloa que viene a ser una explicación amena, accesible y atrayente, del Catecismo de la Iglesia. Casi podríamos decir que los capítulos de este libro son los del catecismo.

Lo que queda en la memoria

Casi seguro que quien conoce a Dostoievski ha leído “Los hermanos Karamázov”. Casi podríamos decir que a todo aquel que le gusta la literatura rusa ha leído ese libro, lo cual no deja ser sorprendente ya que estamos ante un libro de más de mil páginas en casi todas sus ediciones. Pero Dostoievski no defrauda y crea un hábito de lectura útil al lector.

Sin conciencia

Dostoievski, en su novela “Humillados y ofendidos”, pone en boca de uno de sus personajes estas palabras: “No he tenido nunca remordimiento de conciencia por nada. Me adapto a todo y me va bien; como yo hay una multitud, y siempre nos irá bien. Incluso si el mundo se viniese abajo, seríamos los únicos que quedaríamos. Existiremos mientras el mundo exista. El mundo puede naufragar, pero nosotros, los sin conciencia, nadaríamos siempre por la superficie”. (Pensamientos y reflexiones, p. 28).

Pedir perdón

Mi amigo me dijo que vendría el miércoles en cuanto se lo permitieran sus obligaciones. Quería llegar al retiro y, después, que habláramos un poco y confesar. Salió de casa en cuanto pudo. Aunque andando tarda poco más de diez minutos, prefirió coger el coche para ganar unos minutos. Pero nada más salir se encontró con un control policial. Varios coches de policía y otros coches parados. Le paró un policía:

 

Regalos de Reyes

Y pasaron los Reyes y terminó la Navidad. Es un broche final poco sobrenatural, muy teñido de la emoción de “a ver qué me cae”, si es que hay alguien que tenga intención de regalarme algo. Un ambiente final de estas fiestas, tradicionalmente familiares, que puede resultar para los hijos un tanto prosaico, alejado del clima íntimo del belén y de la historia sagrada, aun cuando los supuestos protagonistas sean aquellos magos venidos de Oriente para adorar al rey de los judíos.

La ira y el perdón

En un ambiente de tensiones son frecuentes los ataques de ira. En el miedo al virus, en medio de la pandemia, puede haber más tiranteces. Siempre hay personas totalmente agobiadas por el miedo a la contaminación, y al lado, quizá en la propia casa, un negacionista que no quiere saber nada con las vacunas. El conflicto está servido.

Sinodal y misionera

“Gloria a Dios en el cielo” (Jn 2, 14). Es el canto de los ángeles, uno de los momentos más espectaculares de la vida de los hombres sobre la tierra, en donde los únicos espectadores fueron unos cuantos pastores que velaban por turno su rebaño. “No temáis, os anuncio una buena noticia (…) os ha nacido un Salvador” (Jn 2, 10). “Apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios…” (Jn 2, 13). El evangelista no tiene otras palabras para presentarnos una multitud perfectamente adiestrada: un coro fastuoso, de una inmensidad de voces, perfectamente coordinadas.

Señor del mundo

Un título sugerente para una novela ya antigua y siempre moderna, que es de las preferidas del Papa Francisco, lo cual no deja de ser significativo. Es una profecía de la increencia, de la paganización del mundo occidental. Benson, que escribe a principios del siglo pasado, plantea un ambiente generalizado de falta de fe en Occidente, opuesto a un peligro de Oriente, que amenaza con la guerra y que persiste en la fe de las diversas religiones.

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