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Retrasado

Más sobre el tiempo. Salió la cuestión del egoísmo de “mi tiempo” y también el tiempo perdido con los móviles y similares. Pero siguiendo con esta problemática querría incidir en los retrasos. O sea, uno queda con un amigo a las 8 de la tarde para tomar algo en el bar de la esquina y llega a las 8:30. A veces se excusa, a veces no dice nada. Si es reincidente, sonríe como quien lo está intentando pero no lo consigue.

Movilizados

Estar movilizados podría sonar a que me han puesto en movimiento, me llevan o me traen. Pero ahora tenemos el efecto contrario con el móvil. Estamos paralizados por el móvil. Aparentemente es un medio de comunicación que me permite estar en muchos sitios, pero la verdad es que me ata. El efecto más habitual es que me está dominando. Si preguntamos  por ahí a cualquiera sobre esta esclavitud la negarán. “Yo domino perfectamente el aparatito”.

Procesionando

Iglesias abarrotadas, hasta la bandera, con fieles casi fuera del templo, y no por guardar distancias pandémicas, que ya la gente pasa un poco, aun cuando vayan con mascarillas. ¿Qué ha pasado? Parecía que eso de vivir la Semana Santa era una cuestión olvidada como costumbre cristiana. Ahora la gente se va a la playa.

Mi tiempo

 El individualismo reinante en nuestra sociedad desemboca en una percepción irreflexiva del tiempo como algo mío. Vivo en sociedad, casi seguro que en familia, pero no percibo el tiempo ajeno, ni se me ocurre pensar en que hay tiempos comunes. Las personas que viven así no tienen ningún cargo de conciencia. Son máquinas, y las máquinas tienen que funcionar a la perfección, pero ninguna máquina piensa en otras máquinas, porque no tienen cerebro.

Educación de la afectividad

Educar es tarea de los padres. También puede haber colegios especialmente involucrados que se preocupen por la educación, no solo por la formación académica de los alumnos. Pero la educación de la afectividad y de la sexualidad compete a los padres. Es una cuestión delicada en los tiempos que corren y si el padre o la madre se queda al margen porque, ya se sabe, hay mucho trabajo, no tengo tiempo para nada, está faltando gravemente a unos de sus deberes más trascendentales.

Escasa libertad

Cuanto más presumen de libertad más escasos son los síntomas de que exista. Vemos con tanta frecuencia personas de todas las edades esclavizadas por las pantallas  y adiciones tremendas, que no podemos menos que asustarnos de hasta dónde puede llegar nuestra civilización. Si la gente, así en general, leyera mucho, o con frecuencia, cabría la esperanza de que descubrieran alguno de los muchos libros que nos hablan de qué es eso de la libertad, que es la esencia de la felicidad del hombre sobre la tierra.

Retomar el amor

Tenemos un problema. En nuestra sociedad occidental con mucha frecuencia no se entiende qué sea eso del amor. Parece una simpleza pero en muchos matrimonios hay una cierta idea de lo que es el enamoramiento, o sea ese sentimiento propio de los novios, pero no les han explicado que desde el momento en que hay un compromiso para toda la vida lo que debe tomar el protagonismo es el amor, que es entrega total, renovada constantemente y en crecimiento un día y otro. Esto no lo saben muchos y, por eso, los matrimonios fracasan.

El lugar sagrado

De vez en cuando es bueno que alguien nos recuerde qué significa entrar en una iglesia y qué entendemos cuando hablamos de lo sagrado. Si no hay un planteamiento religioso, de auténtica fe, es fácil olvidar lo esencial y faltar al respeto debido a las cosas que son de Dios, a los aspectos más importantes de nuestra vida.

Investigar a los sacerdotes

Hay opiniones y reacciones muy diversas al saber que se pretende investigar a los sacerdotes acusados o sospechosos de abusos a menores. Que la Iglesia abra una investigación si tiene alguna sospecha de algún sacerdote que esté obrando mal, podemos decir que es una obligación. Investigar sobre casos pasados, a veces treinta o cuarenta años, me parece que no tiene mucho sentido, si no es por un afán ejemplarizante. 

El terror rojo

“Ediciones 98” ha publicado recientemente dos libros de Wenceslao Fernández Flórez que tienen una relación directa con los horrores que tuvo que padecer el autor durante la guerra civil española. Uno, “El terror rojo” es autobiográfico y narra el año que tuvo que pasar al estallar la guerra, en Madrid, huyendo de refugio en refugio, buscado por las milicias revolucionarias por haber sido periodista de ABC.

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