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Lo que te importa

En las paradas del bus en Madrid, estos días, nos hemos encontrado con un anuncio que lo llena todo, con un eslogan que dice “Te acercamos lo que te importa”. Muchos ya lo han visto y saben de qué va. En el caso de no haberse encontrado con estas vallas publicitarias en la calle, habrá quien no sepa qué es lo que nos importa.

Cristiano y anticlerical

Me gusta la poesía de Antonio Machado, es el poeta que más me llena. Sabiendo que fue alumno de la Institución Libre de Enseñanza, se nos puede antojar, así de memoria y sin profundizar, que era un hombre ateo. Pero en cuanto uno se interna en su obra se da cuenta de que no es así. Llega a escribir “Siempre estimé como de gusto deplorable y muestra de pensamiento superficial el escribir contra la divinidad de Jesucristo. Es el afán demoledor de los pigmeos que no admiten más talla que la suya” (Pensadores de frontera, p. 92).

Relativismo, verdad y veracidad

No es lo mismo Verdad y veracidad. Son dos conceptos distintos. La Verdad es un concepto ontológico. Las cosas son como son. El mundo es como es y cuando decimos cómo es el mundo, sin inventar nada, estamos mostrando la Verdad de las cosas. Pero en nuestra conversación habitual cuando hablamos de lo que es verdadero andamos más cerca de la veracidad. La veracidad es una virtud. Somos veraces cuando queremos decir exactamente lo que es como es.

Kafkiano modo de vivir

Me parece sugerente la afirmación que Nubiola hace sobre un autor bien conocido por los lectores, Kafka. Dice que “escribir exponiendo sus emociones y vivencias, fue una labor casi cotidiana en la que seguramente encontró un método para curar su alma” (p. 64). Si hemos leído algo del autor austrohúngaro, estaremos más o menos familiarizados con el concepto “kafkiano”. Está universalmente extendido y nos hacemos una idea de lo que significa.   

A mí toda la gloria

Este provocativo título que corresponde al último libro de Fabrice Hadjadj publicado en castellano, me parece sugerente precisamente por su contraditio in terminis, por su contrariedad indudable en la mente de cualquier persona que lo lee. Es un absurdo en sí mismo y entendemos que se usa para producir ese choque que supone quedarse uno con lo que solo puede ser de Dios.

Atención a los pobres

Celebrábamos hace pocos días a San Camilo de Lelis, un santo dedicado a los pobres. Fue militar y posteriormente se convirtió al cristianismo y comenzó a dedicarse a cuidar a los necesitados. Fue ordenado sacerdote y fundó una sociedad destinada al servicio de los enfermos. Conocemos a varios santos que vivieron totalmente pendientes de los pobres. San Francisco de Asís es paradigmático, pero mucho más cercana está la Madre Teresa de Calcuta, con una dedicación ejemplar a los pobres en la India. El Papa Francisco no hace más que recordarnos la importancia de la misericordia, quizá sobre todo en Occidente, donde hay tanto derroche de dinero y tanto contraste entre ricos y pobres.

El sentido de mi vida

Uno de los muchos temas que se tratan en “Cristianos en la sociedad del siglo XXI”, esa larga e interesantísima entrevista que Paula Hermida le hace al Prelado del Opus Dei, es el que se refiere al querer de Dios para cada persona. O sea, si lo pensamos un poco, lo más triste que podría pasar a cualquiera de nosotros es que no supiéramos para que estamos sobre la tierra. Lo que nos da vida, lo que nos da alegría, lo que nos llena, es saber que nuestra vida tiene sentido. ¿Cuál es el sentido de mi vida?

Los pobres y los ricos de Dickens

El hecho de que estemos celebrando los 150 años de la muerte de Dickens supone que en las librerías encontramos nuevas ediciones de todos sus libros, en lugares visibles y, desde luego, tentadores. Un autor del que, quien más quien menos, ha leído algo, a pesar de que sus libros son de muchas páginas en su mayoría. Pero el autor inglés es amable en sus relatos, incluso cuando se trata de ambientes pobres, a veces miserables.

El virus del libro

Considerando la importancia que tiene para nuestras vidas el hábito de lectura, podríamos considerar que el virus a afectado, de un modo bastante generalizado, al libro. Concretamente al afán de leer. La avalancha de medios telemáticos, con expresiones muy diversas, ha producido una tendencia perniciosa a ver vídeos, ver mensajes, oír conferencias por zoom, y horas y horas de conversaciones telefónicas. Todo ello, en principio, puede ser bueno en sí mismo, aunque se sirve muy cercano a contenidos muy inconvenientes.

¡Distánciate!

¡Déjame en paz, vete lejos! Pon tierra por medio. Esa persona es peligrosa, no te dejes engañar. Ponte lejos de mí, me molestas. Algo así es lo primero que pensaríamos si alguien nos dijera esa palabra con fuerza, con intención, con intensidad. ¡Distánciate!

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