En primer lugar, conviene recordar que a la pareja cristiana en realidad más que “una relación bilateral” le corresponde mejor la figura del triángulo amoroso: Dios, el marido y la mujer. Y, por tanto, se establecen unas sinergias constantes a modo de triángulo equilátero, pues, como afirmaba Josemaría Escrivá: “Las relaciones con Dios son necesariamente relaciones de entrega y adquieren un sentido de totalidad”.