En el conocimiento de la filosofía, o del amar a la sabiduría, que la humanidad ha ido recabando, atesorando y trasmitiendo después de muchos años de investigación y tras muchos siglos de pensamiento, hay una faceta de particular importancia, pues no solo sirve para iluminar el caminar de los hombres en la vida, sino que les abre la puerta hacia la trascendencia y, por tanto, a esas otras realidades que están más allá de lo meramente sensible, es decir, los frutos de la filosofía de la religión, que ponen al hombre en contacto con un Dios personal.