Blog de cattus

El placer de leer

 

Patria

La última novela de Fernando Aramburu ha sido uno de los grandes éxitos editoriales de los últimos años, probablemente nos habremos topado con algún lector del libro en el metro, en el tren, en el avión, en una sala de espera, en la playa… Quizá por mi reticencia ante los grandes éxitos de ventas, que a menudo no son sinónimo de calidad, no me animaba a leer Patria, pero un amigo mío periodista, que conoce bien el tema vasco, me aseguró que merecía la pena y decidí aprovechar las vacaciones.

Boletín de Ayuda al Redactor. Septiembre de 2017

 

Diversos errores que pueden cometer quienes escriben mucho y que conviene corregir a tiempo... 

Revisar los textos siguientes:

Soluciones:

1. La huelga de controladores afecta al tránsito en varios aeropuertos.

Elogio del bilingüismo

En mi época de estudiante de primaria y de bachillerato, en Cataluña, la enseñanza oficial era en castellano, por lo que no pude aprender entonces la gramática de mi lengua materna. Además, desde que comencé los estudios universitarios, he vivido habitualmente fuera de mi tierra, y han pasado ya varias décadas, por lo que sigo teniendo dificultades –me duele que sea así–, para escribir sin tacha en catalán, lengua que hablo, leo y entiendo perfectamente como es lógico. Pienso que el bilingüismo es riqueza y que lo razonable, cuando se da esa posibilidad, es enseñar bien ambas lenguas, para beneficio de todos los afectados y para que a nadie le suceda lo que a mí.

¿Qué leer?

En conversaciones o en tertulias con amigos lectores, nos preguntamos a veces sobre los motivos que nos llevan a elegir determinado libro y a rechazar otros. Influyen sin duda la formación cultural y profesional, el ambiente en el que nos movemos, nuestros gustos y afinidades, el consejo de alguien que nos merece confianza, una reseña en la prensa…; motivos que cada uno podrá descubrir y analizar. Pero, en ocasiones, lo que nos mueve a determinada elección son cuestiones más subjetivas e incluso poco razonables o más bien absurdas. Considero a Luis Rosales, por poner un ejemplo, un gran poeta y he leído casi todos sus libros, pero de entrada lo que me atrajo fue el nombre, no sé por qué. Con Herman Heese, me ha ocurrido lo contrario y no he leído nada de él hasta la fecha. En otras ocasiones, ha sido el título o simplemente la portada lo que ha servido de reclamo.

Un poco de color

Pienso que todos habremos comprobado en más de una ocasión la fascinación que el color produce muy pronto en los niños, casi desde los primeros meses, y que, cuando tienen aún pocos años, basta con darles una hoja de papel y unos lápices o unos rotuladores para mantenerlos entretenidos durante un buen rato. Michel Pastoureau, historiador francés, reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre el color, los símbolos, la heráldica, en Los colores de nuestros recuerdos, que se acaba de traducir, nos ofrece un libro fascinante, a caballo entre las memorias, la divulgación y la erudición: un texto ameno, pedagógico, escrito con excelente prosa y bien traducido por Laura Salas Rodríguez.

Sentimentalismo

Cabe suponer que la mayoría estará de acuerdo en que, si a un niño sus padres y sus profesores le conceden desde pequeño todo lo que desea, a la larga, saldrá perjudicado, porque cuando tenga que afrontar las dificultades de la vida cotidiana se encontrará indefenso, caprichoso, egoísta, inmaduro, sin una voluntad recia y decidida e incapacitado para el discernimiento. Las ideas pedagógicas roussonianas y románticas han hecho un flaco servicio a millones de niños desde que se pasó del palo al sentimentalismo, extremos ambos nefastos. Lo explica muy bien, y con datos y ejemplos abundantes, el médico y psiquiatra Anthony Daniels –cuando escribe usa el pseudónimo de Theodore Dalrymole–, en Sentimentalismo tóxico (Alianza 2016), un libro muy esclarecedor y recomendable.

Arte y naturaleza

Hace pocos días, por consejo de un amigo, vi un reportaje de una cadena de televisión inglesa, realizado hace ya bastantes años, sobre el gran guitarrista Andrés Segovia (Linares, 21 de febrero de 1893 – Madrid, 2 de junio 1987), en el que se alternan breves comentarios del propio guitarrista en inglés –sobre los comienzos de su carrera y acerca de su formación musical–, con la interpretación de diversas piezas para guitarra.

Un verso o regalo

Estaba leyendo hará un par de domingos por la tarde el magnífico poemario Sin ir más lejos de Fermín Herrero (Hiperión, 2016) y, al pasar página, me topo con este endecasílabo deslumbrante con el que se inicia uno de los poemas del libro: Las mariposas arden, no se queman. Cuánto se expresa en estas once sílabas. Una de las características del lenguaje poético es la condensación, la densidad tanto de fondo como de forma. Lo primero que me sugirió el verso fueron imágenes de mariposas revoloteando en prados floridos con su variopinta gama estival. Después acudí al diccionario para precisar el significado de arder y de quemar y comprobé que el poeta no había elegido estos verbos al azar o como meros sinónimos, porque la distinción entre ambas palabras parece sutil, pero es significativa, y cada una ocupa el lugar debido en el verso, no son intercambiables, me parece.

Demotanasia

 

Allá por los finales de los años ochenta del siglo pasado, si no me falla la memoria, me impresionó la lectura de La lluvia amarilla de Julio Llamazares, sobre los últimos moradores de un pueblo del Pirineo aragonés. Después he leído casi todos los libros de este escritor leonés, entre otros, El río del olvido y Distintas formas de mirar el agua, en los que narra sobre lugares despoblados o extinguidos. También por tierras del alto Aragón, en el somontano oscense, no muy lejos de Barbastro, he sido testigo, a lo largo de varios años, de la desaparición de una aldea. Cuando la descubrí, ya no vivía nadie, pero aún se mantenían en pie algunas casas y la iglesia con el campanario. Sin embargo, en visitas más recientes, he comprobado que ya no quedan más que los cimientos de algunas casas invadidos por la maleza. Otro impacto fue el entierro de un amigo mío, hace dieciséis años, en Tejado, un pueblecito de Soria, cerca de Almazán, que contaba entonces con unos pocos vecinos (no conseguí que me dijeran cuántos). Y, para no salir de las tierras sorianas, qué decir de los cuatro libros del periodista Abel Hernández sobre la sierra de la Alcarama, donde nació.

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