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La sonrisa gratuita

Seguramente la mayoría de las personas que puedan leer estas líneas se habrán dado cuenta, en más de una ocasión en su vida, de que hay sonrisas y sonrisas. Si lo consideramos así en general podríamos decir que es de las situaciones más amables o simpáticas que suceden en nuestras vidas: encontrar gente sonriente. Aunque quizá, de la misma, se nos ocurre que no todas las sonrisas son iguales.

El culto al cuerpo

A lo largo de muchos siglos, se podría decir que desde que está el hombre sobre la tierra, pero sobre todo desde que Jesucristo vino a nosotros y la Iglesia se extendió por todo el mundo, la actividad más importante para el hombre era dar culto a Dios. El ambiente materialista que puede ser más o menos notorio según las épocas de la historia y según las diversas civilizaciones, está ahora más presente que nunca en Occidente y eso se manifiesta de modo muy llamativo en que se ha cambiado el culto a Dios por el culto al cuerpo.

El tesoro de Cantalapiedra

En lo más profundo de la meseta castellana, en medio de inmensos campos perfectamente labrados, se encuentra un pequeño pueblecito, Cantalapiedra, en el que destaca un gran edificio. Esta casa, que llama mucho la atención, es el convento de las Clarisas. Hoy en día casi setenta monjas lo habitan. Nunca habría sabido de ellas si no es porque me invitó a visitarlas una antigua alumna, que ingresó allí hace cuatro años.

Señorita Prim

Muchos lectores recordarán la novela de Natalia Sanmartín, “El despertar de la señorita Prim”, porque no se publicó hace demasiado tiempo y tuvo bastante eco. La he releído para una tertulia. La problemática que traslada la autora, de un modo intencional, es de gran calado, porque, sin nombrarlo explícitamente, está en el aire la idea de trascendencia. Un tema por lo tanto de gran actualidad, quizá sobre todo por su escasez.

Familias numerosas

Tesoro escondido, silencioso, que surge de cuando en cuando con una luz propia, perfectamente detectable, porque es única, incomparable con ninguna otra riqueza, con ningún otro posible tesoro. Difícil de descubrir porque son escasas, pero allí donde sí existen son notorias, porque no hay, hoy en día, riqueza comparable a una familia numerosa.

Libros de papel

Hace unos años este título parecería una perogrullada. “Los libros son de papel…”, pero hoy ya no. Hay libros de papel y cantidad de libros digitales. Y podría parecer un hecho pacífico y aceptado, pero la existencia de estos libros digitales abre una serie de controversias que están presentes sobre todo en el mundo lector.

En forma física y espiritual

Es muy sorprendente hasta qué punto se ha generalizado, sobre todo entre gente joven aunque también entre mayores, la necesidad imperiosa de hacer ejercicio físico diario, “para encontrarse bien”. Surgen gimnasios por todas las esquinas, convencidos -imaginamos- de que el negocio es seguro, considerando el crecimiento de gente tremendamente “necesitada” de estar totalmente en forma.

Seguros en la dirección

Andando por los diversos caminos de nuestra sierra de Guadarrama me llama la atención la cantidad de veces que algún paseante o montañero me ha preguntado cual era el camino adecuado para llegar a tal o cual sitio. Raro es el día que no hay alguien que me pregunta y puedo asegurar que no llevo ningún distintivo que pueda hacer pensar que soy un guarda forestal. Lo he pensado varias veces y solo se me ocurre una idea: ellos van con dudas, mirando para aquí o para allá, buscando el camino en Google Maps; a mí me ven caminando con seguridad mirando al suelo para no tropezar, si hay piedras y disfrutando del paisaje.

Sentir la misa

En un ambiente tradicionalmente cristiano es normal que la gente asista cada domingo a misa. Es la norma general que supone una participación peligrosamente rutinaria y, somos conscientes, de la rutina a ir dejando de cumplir hay un paso. Sobre todo cuando el ambiente social ya no es precisamente cristiano en nuestra sociedad.

El tremendo escollo del odio

Resulta sorprendente comprobar hasta qué punto hay personas que viven años, quizá toda su vida, arrastrando el agravio sufrido. Matrimonios que se rompen, familias que se dividen y se alejan, amigos que no vuelven a hablarse, una inquina insalvable contra ese compañero de trabajo; y ya no digamos la amargura interior cuando un personaje público “odioso” aparece en la pantalla, sobre todo si brillan sus éxitos.

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