La lectura sosegada del santo Evangelio produce siempre en el alma el deseo de ser mejores, de conocer y amar a Jesucristo y la conversión de nuestra vida mejore. Es decir, nos recuerda que hemos de meter el hombro en la sociedad globalizada. El egoísmo y la comodidad de la vida encerrada en un cómodo estuche o en una torre de marfil se escenifica en el hiper machista refrán: “mi casa, mi misa y mi María Luisa” es decir, mi casa, mi comodidad, mis gustos y aficiones, mi misa diaria o semanal para salvarme y mi María Luisa que cuidaba de mí.