La Ordenación General del Misal Romano publicada por san Pablo VI para aplicar la Constitución dogmática “Sacrosantum Concilium” del Vaticano II a la liturgia de la Iglesia de rito latino, en su pórtico comienza por enunciar el sentido y profundidad de las palabras y gestos que va a establecer como ley de la Iglesia y, por tanto, a enunciar un camino sagrado que lleva a la plena identificación con Cristo, al unirse el cielo y la tierra, como decía san Josemaría Escrivá de Balaguer, el santo de lo ordinario según le denominaba san Juan Pablo II, no ya en la línea del horizonte sino en los corazones de Dios y de sus hijos los hombres (IGMR, n.1).