Considerados antes únicamente como invasores, algunos millones de musulmanes se han asentado hoy pacíficamente en las naciones europeas, y representan ya uno de los signos más patentes de la presencia del tercer mundo en Occidente.
El Islam se ha convertido en un componente singular del mundo europeo, y se ha iniciado un proceso histórico, lento e irreversible, en el que esta porción de Occidente ha de formular diagnóstico y fijarse tareas que pueden influir en su identidad histórica.