Casi al mismo tiempo en que en el Yemen eran asesinadas cuatro Misioneras de la Caridad que cuidaban a ancianos paupérrimos, en Paquistán, se protestaba por la condena a muerte del asesino de un ministro –su propio chófer– que se había atrevido a defender la libertad religiosa; y, mucho más cerca, en San Sebastián, se recibía como a un héroe a Arnaldo Otegui, pocos días después de haber salido de la cárcel tras haber cumplido la condena por sus implicaciones con el terrorismo de ETA.